Afrodita
Cuando,
ante el rojo grita de la aurora,
calló
el silencio de la noche, vino
sobre
el mar la celeste Pecadora.
En
ella había todo don divino,
y
he aquí que al verla, los distantes astros
detuvieron
a un tiempo su camino,
los
dioses, cual lobos, tras sus rastros,
disputaban
a eternas dentelladas
sus
rosas de sagrados alabastros;
y
ella, con el poder de sus miradas,
sin
inquietarla el Bien y el Mal apenas,
hacía
arder olímpicas ilíadas…
—Venus,
tú eres la mar porque en tus venas
eternas
ondas van; tú eres la Vida
y
la Helena inmortal de las helenas.
Tú
eres la mar, y de la mar nacida
yo
sé que tus cabellos aun son algas
y
que, sobre tu vientre, el adanida
es
frágil barco; sé que tú cabalgas
el
planeta, y que son maravillosas
las
dos valvas de nácar de tus nalgas;
que
tus orejas son conchas preciosas,
y
en tu nariz un caracol labrado
abre
sus dos ventanas misteriosas.
Desde
la nívea frente hasta el rosado
pulgar
del pie, se ve un temblor sonoro
como
en un mar de mármol agitado.
Tú
eres la llave de esencial tesoro,
y
tú echaste a rodar al pavimento
de
los abismos la manzana de oro.
Tú
eres la Comunión del pensamiento,
la
verídica Hipótesis del alma,
la
Música de Dios, el Movimiento
de
la Creación, Luz de los astros, Palma
de
la Verdad, Hora perenne, Fruto
del
Árbol sin raíz, Boca que ensalma
a
lo Infinito, Don cuyo atributo
sacia
a la Eternidad, sueño existente…
¡oh,
Venus, Venus… Cosmos! ¡Absoluto!
Yo
te veo venir sobre el potente
tumulto
de las olas primordiales
a
tu misma belleza indiferente.
Saltas
del tiempo sobre los umbrales,
casta
al amor, impúdica al deseo,
y
llena toda de ti misma. Sales
desnuda
y clara como un grito. El feo
mirar
del caos fugitivo y triste,
no
te avergüenza ni te asombra. Veo
cómo
a tu desnudez tu forma viste
y
cómo tu alma crece en cada cosa,
porque
tu traje es todo lo que existe.
Yo
te veo, celeste mariposa
del
corazón en flor, que entre las ramas
del
Árbol de la Vida, victoriosa
vuelas,
como los vientos y las llamas
libre
a la ley de afectos que te norma
porque
siendo de todos a nadie amas.
Y
Dios, cuyo deseo se conforma
con
tus actos, sonándote en palabras,
le
dio a la Vida el alma de tu forma.
Y
dándote sus llaves, para que abras
las
puertas del infinito a la existencia,
te
hizo la sola ruta de sus abras…
Y
te dijo: —El amor es la experiencia
de
lo ignorado; tómalo y camina:
Yo
soy la luz y tú eres mi conciencia.
Si
estás entre los hombres, adivina
mi
secreta intención, pues en mis planes
la
maldad de los hombres es divina.
No
te acuerdes de nada. A tus afanes
no
les ha dado origen lo que ha sido,
y
después de cruzarlo capitanes
y
marinos, el mar cierra atrevido
su
boquerón, pues por instinto sabe
que
está hecho de recuerdos el olvido.
La
flor, la nube, la ilusión y el ave
den
motivo a tus sueños, y comprende
que
es dulce el beso cuando el alma es grave.
Dale
la mano a todo lo que asciende
y
los brazos a todo lo que aspira,
que
en cada ser un corazón se prende
en
ansias de tu amor. El Orbe gira
y
el azar es un místico proceso
en
que, lo mismo el canto de la lira
que
la roca, el dolor, la luz o el beso,
todo
tiene alas, pues para los cielos
las
alas de la piedra son su peso.
¡Oh!,
los vuelos efímeros, los vuelos
de
la necesidad siempre en zozobra
sobre
el mar de mis íntimos anhelos.
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