Brindis final
Escancias
en mi copa tu sentencia,
derramada
penumbra, amargas vides
que
nunca contuvieron ambrosía,
sino
el sudor del campesino herido
por
el sol, por la sed, por la codicia.
A
beber quieres darme un vino roto
nacido
en emparrado y espaldera,
de
un dolor que, baldío, se hace odio
y
templado fermenta como el ego
del
necio que al abrigo del poder,
sabiéndose
vengado, halla su calma.
Y
ahora que perdimos los pudores
y el
tiempo y el dinero y la paciencia,
brindemos
por los muertos compartidos,
por
Góngora y Herrera, por San Juan,
Cernuda,
Juan Ramón, Vallejo, Otero;
busquemos
el perfecto endecasílabo
que
encabalgue distancias y soberbias;
paguemos
todo el vino que bebimos
y el
pan, la piel, la sal, la paz, las ganas
de
vivir, de volar… la poesía.
Y
ladremos verdades como perros
sin
miedo a que el bozal del amo fiero
nos
robe la razón y la pureza.
¡Descorcha
otra botella de silencio
y lo
que callo, escucha, y lo que brindo:
soy
vid, fui sed; fui dios, soy fe. Soy tú!
De: “A mano alzada”.
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