La peste negra
Dicen que en ese tiempo
enloquecían cobrando las herencias
Diez muertos
en la familia desgarrada por la peste negra
oscurecían la tarde como una enredadera
que hacía crecer sobre los cuerpos en tránsito
extraños ropajes
Zapatos enroscados ajenos a su función
se convertían en riesgo y desafío
Vestimentas que materializaban
a un hombre desdoblado
mitad de negro y mitad de rojo o blanco
y rombos
y botones gigantes
y fuelles
delataban el dinero sorpresivo
La posesión inesperada
daba curso a una locura
similar a la de la fiebre del oro
en la futura América
Las calles se llenaban
de invictos delirantes
que salían a desparramar
miradas y palabras y genes
Era una fiesta de disfraces
Un carnaval de calles abiertas
a la continuidad de la especie
Esperaban
de mí dijeron
un bufón gritando en los estadios
y en los circos oficiales del Imperio
pero
vine
y aumenté de culpas
los graffitis
Esperaban
de mí
verme caer
de rodillas
ante la imagen
sudorosa
de un cuerpo
que fingía
ser
todo
vida
De: “Piel de maniquí”
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