A un ratón, al deshacerle el nido con un arado
Tierno
animal, inerme y despavorido
¡cuan gran susto en exiguo ser metido!
No es menester que huyas tan aturdido
con carrera alocada.
¡No pienso perseguirte enfurecido
con letal aguijada!
Siento
que el poder del hombre, fatal,
haya roto el vínculo natural,
haciendo que me culpes de tu mal,
y mires con recelo
a un compañero ¡como tú mortal
e hijo de un mismo cielo!
Sin
duda, alguna vez sueles robar,
¡acaso el sustento no has de buscar!
Y una mísera espiga entre un millar
¡poco pedir sería!
El resto bien me podría bastar:
¡cuentas no pediría!
¡Tu
frágil casa, rota en un momento,
sus paredes dispersadas por el viento!
Para otra ya no hay nada, y ya siento
¡cercanos y dañinos!
de diciembre los crueles elementos
¡cortantes, asesinos!
Viendo
que el campo quedaba desnudo,
que veloz llegaba el invierno crudo,
pensaste al abrigo del viento rudo,
fijar tu habitación;
mas ¡zas! el cruel arado agudo
trajo esta aflicción.
¡Las
hojas y el rastrojo amontonado
laboriosos mordisqueos te han costado!
y pese a tus esfuerzos te has quedado
sin casa ni morada,
¡en el aguanieve del invierno bañado
bajo la escarcha helada!
Uno
más eres de los desdichados
que ven todos sus planes anulados:
del hombre y del ratón quedan truncados,
los proyectos mejores,
¡y en vez de los éxitos anhelados,
nos quedan sinsabores!
Mas
¡bien estás comparado conmigo!
Es el presente tu único enemigo:
pero ¡ay! ¡yo miro hacia atrás y veo, amigo,
un sombrío camino!
Y, si miro adelante a oscuras sigo,
porque miedo me da cuanto adivino.
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