El
derecho y el revés¹
Veo
la muerte abajo, en lo alto de esta bella edad
donde
me encuentro, por desgracia, a mitad del viaje;
la
juventud me abandona y he recibido su golpe.
Se
lleva riendo mi corona de rosas;
muerte,
viva en nuestro revés, compones
la
trama de nuestro tejido.
.
No
podemos verte y te notamos mezclada
con
los placeres, al amor cuyo calor alado
endurece
los corazones, como nieve disuelta;
si
bien tus habitantes reposasen en la hierba,
nosotros
caminábamos despreocupados sobre la tela soberbia
y,
de repente, estamos debajo.
.
Estamos
tan cerca de la dulce vida
que
solo por la muerte nos alegra,
abre
el pasaje y nos deja la mano.
Algunas
veces buscamos vencer el misterio,
y
por el mismo camino volver a la tierra:
no
existe más el camino.
.
Vivos
podemos, toda nuestra existencia,
medir
la distancia de la tierra al sol
y
para no morir urdir preparativos;
leemos
un lado de la página del libro;
el
otro se nos oculta. No podemos seguir más,
saber
qué pasa después.
.
Veo
la mar demasiado corta que siempre arrebata
a la
orilla un beso para besar la otra orilla;
la
mentirosa arregla muy bien esos instantes.
Pronto
la imitará mi amante fiel,
buscando
en otra parte Abril, como la golondrina.
Voy
a cumplir treinta años.
.
¡Treinta
años! ¿Me tomáis el pelo? Es la gracia de los mármoles,
el
sol de mediodía que cae sobre los árboles,
vuestro
andar de treinta años es vuestro primer andar.
Hasta
entonces sois una loca semilla;
vais…
callaos. Miradme. Bostezo.
No
os escucharé.
..
No
quiero mentir a quien me engaña,
la
rosa de mi corazón separa sus pétalos,
y
pese a que aún deba vivir largo tiempo
poco
importan el sol y los mármoles griegos;
hasta
aquí aprendía la vida; me hiere.
Debo
aprender la muerte.
.
Vuestra
posada, ¡oh muerte!, no lleva ninguna enseña.
Me
gustaría ver, de lejos, un hermoso cisne que sangra
y
canta mientras le torcéis el cuello.
De este
modo conocería aquello de lo que no dudo:
el
lugar donde el sueño interrumpirá mi ruta,
y si
debo caminar mucho.
.
En
efecto, os acostáis como un ángel níveo,
más
que el bronce pesado, más ligero que el corcho,
sobre
el amante cuyo espasmo al fin os alcanza²;
sobre
vuestro fuego helado la carne deviene estatua,
pero,
a la larga, hace falta, muerte, que me acostumbre
a
recibiros en mi cama.
.
Vuestro
deseo no conoce ni la edad ni el sexo,
ninguno
de entre los más bellos que veja vuestro desdén;
pese
a todo, vuestro amor atrae a los amantes.
Vuestro
beso, a veces, los venga de una vergüenza,
o
bien os acostáis entre los dos, bello ángel,
para
oscuras satisfacciones.
.
Mejor
que Venus, ¡oh muerte!, habitáis nuestras capas,
paráis
nuestros corazones, atormentáis nuestras bocas,
nos
cerráis los ojos y nos ensordecéis.
Dais
a Venus un rostro ordinario,
porque,
hasta donde creo gustaros,
tengo
asimismo miedo del amor.
.
Rival
de Venus, que me rompa y que me cosa
para
siempre en las sábanas donde vuestro ángel me esposa;
que
jamás me abandone, soy hijo de rey.
Y,
acostado al revés, sintiendo su ala pegada,
me
habla de usted, pero jamás me enseña
todo
lo que dejo en al derecho.
.
1.-
Vocabulaire fue publicado en 1922 por Las Éditions de La Sirène.
2.-
Alusión a la nouvelle de Mérimee La Vénus d’Ille (1837), en la
que una estatua de bronce estrangula al hombre que se había comprometido a
casarse con ella.
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