miércoles, 15 de diciembre de 2021

SEBASTIÁN KIRZNER

 

  

Las baldosas

 


I

Las baldosas se mueven cuando camino.

Ya no sé dónde pisar,

debería alejarme de ellas,

pero no puedo despegarme.

 

 

II

Que las baldosas no te muevan el piso.

Que no te sirvan de excusa,

para no llegar jamás a mi casa,

para no tocar jamás mi timbre

 

 

III

Quien tiene baldosas como cimientos,

disfruta el confort de un buen punto de apoyo.

 

 

IV

Que no construyan tu tumba de baldosas,

porque te caminarán encima,

te volverás peatonal, tendrás giro

y punto de cruce.

 

 

V

Tan solo abrir tus ojos de baldosas.

Despegar tu mirada del cemento,

para que no me veas tan gris,

tan álgido por dentro.

 

 

VI

Que no termines caminando como baldosas secas.

Porque tendrás un traje beige, un attache,

y gozarás del olor del microcentro a mediodía.

 

 

VII

Que no te resulte cuadrado mi cerebro de baldosa.

Que puedas tomar un cincel, un martillo

y quebrarlo para recordarme,

o para entender qué se siente

ser quien golpea el cemento.

 

 

VIII

Si las baldosas pudieran hablar, nada dirían.

Porque las baldosas no hablan,

pero los cuerpos sí.

Y en su transitar dejan una estela,

un lenguaje propio,

una pálida y sutil decadencia.

 

 

IX

Si las baldosas pudieran soñar,

te dirían que te quedes

pisando sus bellos rostros de hormigón.

 

 

X

Que las baldosas no te sueñen despierta.

Que no te quedes atascada, sobre otras caras,

sobre otros ojos o bocas neutras.

 

 

XI

Que no se vuelvan tu pasos, baldosas yertas.

 

 

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