Las
baldosas
I
Las
baldosas se mueven cuando camino.
Ya
no sé dónde pisar,
debería
alejarme de ellas,
pero
no puedo despegarme.
II
Que
las baldosas no te muevan el piso.
Que
no te sirvan de excusa,
para
no llegar jamás a mi casa,
para
no tocar jamás mi timbre
III
Quien
tiene baldosas como cimientos,
disfruta
el confort de un buen punto de apoyo.
IV
Que
no construyan tu tumba de baldosas,
porque
te caminarán encima,
te
volverás peatonal, tendrás giro
y
punto de cruce.
V
Tan
solo abrir tus ojos de baldosas.
Despegar
tu mirada del cemento,
para
que no me veas tan gris,
tan
álgido por dentro.
VI
Que
no termines caminando como baldosas secas.
Porque
tendrás un traje beige, un attache,
y
gozarás del olor del microcentro a mediodía.
VII
Que
no te resulte cuadrado mi cerebro de baldosa.
Que
puedas tomar un cincel, un martillo
y
quebrarlo para recordarme,
o
para entender qué se siente
ser
quien golpea el cemento.
VIII
Si
las baldosas pudieran hablar, nada dirían.
Porque
las baldosas no hablan,
pero
los cuerpos sí.
Y en
su transitar dejan una estela,
un
lenguaje propio,
una
pálida y sutil decadencia.
IX
Si
las baldosas pudieran soñar,
te
dirían que te quedes
pisando
sus bellos rostros de hormigón.
X
Que
las baldosas no te sueñen despierta.
Que
no te quedes atascada, sobre otras caras,
sobre
otros ojos o bocas neutras.
XI
Que
no se vuelvan tu pasos, baldosas yertas.
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