Última
deuda
Algunas
veces, memoria, te he desobedecido.
Por eso me has dicho: imposible, no tendrás autoridad para adularme; nos
engañaste. Imposible evadir el ojo de mi demonio, los subterfugios: la palabra
existe, personifica el eco donde persiste la memoria.
En el espacio de los dedos se produce el milagro. Truénalos, son tuyos,
poéticamente tuyos; pero también es nuestro dilema.
Tu corazón no te pertenece, es parte del fuego, tierra, agua, aire, magia,
igual a un espíritu y su paradoja.
Con el asedio del abismo invoco a Sísifo; invoco al demonio para taponarlo sin
desvelos.
No verás el reino, no será tuya mi sandalia, no vas a condenarnos. Nos has
dejado la poesía como último recurso de lo que se nos entregó como juez y parte
de lo heredado.
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