De
este dolor de ser temblor y barro
resta
la cicatriz que las palabras
en el letargo de las cosas abren,
como un silencio que poblara el bosque.
Extranjero
en tu voz a veces, vibras
alejado en el curso disonante del mundo
y de aliento en aliento intruso existes
para que un cuerpo siempre se estremezca.
Árboles
vagabundos en un sueño albergamos,
savias cobrando el signo de su forma
que hondas dicen gramáticas de raíces y nubes.
En la parte más sola de nosotros conversan
la
intemperie y las hojas. Mientras hablan,
conocen qué alfabeto de estrellas es la noche.
Por el silencio viene el hombre y funda
en huellas de quietud bosques errantes.
De: “El bosque errante”
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