miércoles, 5 de noviembre de 2025


 

ZÉLIE LARDÉ

 


Dicha

 

 

En la tarde, después de la faena diaria, cuando me siento a descansar, llegan junto a mí mis tres hijitas y, acariciándome, me piden que les cuente cuentos. Todas se suben en mis piernas y escuchan embebidas, con los ojitos alegres. De vez en cuando interrumpen, felices, mi relato, con la risa a flor de labio.

Cuando estoy así, con esa dulce carga entre mis brazos, no ansío nada, nada…

¡Ah!, y aun así dicen muchos de que no existe la dicha en la tierra…

 

De: “Poemas de mi soledad”

 

 

NOÉ LIMA

 

 

Pellejo

 

 

Tengo un salario digno

lo voy tasando en cada vitrina
golpeada por el viento

lo tengo con canas polinizadas
de tanto leer el periódico
las grietas de los muros
las noticias
cariando los asesinatos
los robos a mano armada
la pedofilia
en el parpadeo de los semáforos
el asma
pesándome como un funeral
los síntomas
de mi úlcera
con la geografía de la rabia

lo tengo
para sujetarme
a la economía de mercado

a esa pelvis sin brújula
del centro comercial
al reloj de arena de las cervezas
a ese arañazo del tiempo
en cada recuerdo
en la entumecida
mueca de los parques
después de una tormenta

tengo mi pulso encalleciendo
con los cambios de estación
para ajustarlo al horario de mi oficio
al recoger del sombrero
las monedas
hasta que termines
de pesar
mi piel con tus retinas
cuando termines de leer este poema.

 

 

KENIA CANO

 

  

Poema de niño con pájaro

 

 

El pájaro tiene un tumor en el cachete izquierdo.

Parece una pregunta insistente,
un ojo pegado a la mala
u otro pájaro que nunca creció,
como el plan de uno mismo abortado.

Un niño de siete años sirve de vara,
un pequeño ciprés o un fresno bajito.

Toda su serenidad para servir de casa
a un pájaro malformado.

Un gorrión común que aprende a volar torpemente.

Habías dejado tantas casas a tan corta edad
para convertirte tú mismo en esa casa de pájaros.

A veces la infancia puede parecer un tumor.

 

LEONEL PLAZAS

 

  

Tierra perdida


Mi padre vende bizcochos
en la calle.

Zarca es su mirada
porque es hijo de mi madre,
de sus uñas nacía la tierra
de sus manos el destino.

Hacía las mañanas de café
y las trochas de leyenda,
criaba puercos
y gallinas para sus nietos.
La vida florecía en su boca,
en sus jardines
la zanahoria y la cebolla,
en los ojos de mi madre claveles
y amapolas.

La muerte le esperaba de noche,
dejaba las ventanas abiertas.

Los días nacían de las manos de mi padre.

Ahora vende bizcochos en la calle,
tiene el corazón cocido los riñones rotos,
la visión cansada sus pies incansables,
y silente va diciéndome:
Hijo, es el destino
la tierra perdida.

 

IRMA PINEDA

 


 

Hay días de dolor y rabia

 

 

Cuando solo quieres aullar
como un perro herido
cuando te duele un país
que derrama la sangre de sus mujeres
sin que nadie recuerde
que es la sangre del pueblo que se pierde

 

De: “Rini Lisa” (Sangre de Familia)

 

CLAUDIA FERNÁNDEZ

 

 

Sombra

 

 

Dicen que es posible nombrarlo todo.
Aun así, no me alcanzan las palabras
para hablar de la tarde
y ese mirlo que nos espera
en lo alto de los árboles,
donde tú y yo dibujaremos nuestras sombras
que poco saben de los años.