Tierra perdida
Mi
padre vende bizcochos
en la calle.
Zarca
es su mirada
porque es hijo de mi madre,
de sus uñas nacía la tierra
de sus manos el destino.
Hacía
las mañanas de café
y las trochas de leyenda,
criaba puercos
y gallinas para sus nietos.
La vida florecía en su boca,
en sus jardines
la zanahoria y la cebolla,
en los ojos de mi madre claveles
y amapolas.
La
muerte le esperaba de noche,
dejaba las ventanas abiertas.
Los
días nacían de las manos de mi padre.
Ahora
vende bizcochos en la calle,
tiene el corazón cocido los riñones rotos,
la visión cansada sus pies incansables,
y silente va diciéndome:
Hijo, es el destino
la tierra perdida.
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