domingo, 30 de noviembre de 2014

JOSÉ WATANABE



La piedra del río

 

Donde el río se remansaba para los muchachos
se elevaba una piedra.
No le viste ninguna otra forma;
                         sólo era piedra, grande y anodina.

Cuando salíamos del agua turbia
trepábamos en ella como lagartijas. Sucedía entonces
algo extraño:
           el barro seco en nuestra piel
acercaba todo nuestro cuerpo al paisaje:
                         el paisaje era de barro.
En ese momento
la piedra no era impermeable ni dura;
            era el lomo de una gran madre
que acechaba camarones en el río. Ay poeta,
otra vez la tentación
                 de una inútil metáfora. La piedra
era piedra
y así se bastaba. No era madre. Y sé que ahora
asume su responsabilidad; nos guarda
en su impenetrable intimidad.

Mi madre, en cambio, ha muerto
                        y está desatendida de nosotros.

 

 

JOSÉ MARÍA EGUREN


 


 

Mis ojos han visto
El cuarto cerrado;
Cual inmóviles labios su puerta
Está silenciado,
Su oblonga ventana, como un ojo abierto,
Vidrioso me mira;
Como un ojo triste,
Con mirada que nunca retira
Como un ojo muerto.
Por la grieta salen
Las emanaciones
Frías y morbosas;
¡Ay, las humedades como pesarosas
Fluyen a la acera:
Como si de lágrimas,
El cuarto cerrado un pozo tuviera!
Los hechos fatales
Nos oculta en su frío reposo...
¡Cuarto enmudecido!
¡Cuarto tenebroso
Con sus penas habrá atardecido
Cuántas juventudes!
¡Oh, cuántas bellezas habrá despedido!
¡Cuántas agonías!
¡Cuántos ataúdes!
Su camino siguieron los años,
Los días;
Galantes engaños
Y placenterías;
En el cuarto fatal, aterido,
Todo ha terminado;
Hoy sus sombras el ánima oprimen:
¡Y está como un crimen
El cuarto cerrado!

 

 

 

 

RODOLFO HINOSTROZA

 

Del infante difunto

 

La llamada de mi padre, alta como un penacho de plumas
y al tacto como la pringamosa de aquellos baños. ¿Recuerdas?
Las aguas ferrosas que calentaban tu cuerpo tenían colores,
de serpiente plana, y la tierra se había descosido en sus
espacios, y llevábamos nuestra infancia como un estandarte
sin sombras, entre paraísos de yeso, y ángeles larvados
y la tía apócrifa. De ella digo, ¿qué digo?, que en sus ojos
ardían mis espadas de estaño y que se había fugado
cuando las hogueras carcomían la noche de San Juan.
Se me había advertido, se me había repetido: ?Octavio, Octavio,
una gran ola salió del río cuando tú nacías. Nos salvamos
porque las campanas sonaron a muerto y la familia
había cavilado toda esa madrugada. Trepamos a los cerros
y durante todo un día vimos morir al pueblo. El Huascarán
nos miraba y entonces fue que sentimos esa blancura
imperdonable?.
(Nosotros tres habíamos enterrado ceremoniosamente,
en un rincón del patio, bajo la gotera, al canario muerto entre
las trenzas de mi hermana. Las campanas del ángelus nos
doblaban las rodillas
y de la muerte sabíamos que era una bella palabra.
Sí, porque mirábamos a los púlpitos de arcilla achacosa
en donde dormitaban ángeles bonachones, y nosotros sabíamos
llevar el domingo en los hombros, como una prenda nueva.)
No volverás a aquello, ni hallarás ese patio cuadrado
con una fecha dibujada en piedras negras. Los países se encogen
como esa tía abuela que olía a alcanfor,
y los hierros de las capitales inundan esos claros espacios
donde tu corazón anclaba, como un canto rodado. No sentirás
los pasos de tu padre midiendo las estancias donde los retratos
negreaban, como párpados muertos. No volverás
recuerdas ahora?
ahora recuerdas? ?Júrame que no dirás
a nadie que esa lechecita
que tienen los grandes entra
al estómago, y después dicen que
nace el hijo. Como a la Asunción,
te acuerdas de su barriga. No lo digas
a nadie?. Y nosotros espiábamos, porque en el pórtico de esa
casa
que olía a jazmines, las hermanas Cárdenas besaban,
y se hacían besar por los soldados.
Entonces los sudores repentinos desleían las sábanas de lino,
y yo había creído en los cuentos de la india desdentada
que vendía yerbas contra el mal de ojos, y cuando vi
esa mano huesuda en el terrado, bajo ese cielo rojo,
ella rió y lloró, cubriéndome de besos.
Oh, los sueños, los sueños que tomaban la forma de cestos de
mimbre
donde un niño dios nadaba entre dos aguas! Yo no conocía el
mar
y todo era sólido al tacto, como aquella familia
que se había procreado entre cerros y estrellas, en tiempos tan
lejanos
como la lengua que hablaban los sirvientes. Pedro Granados
me cargaba conmovido. Sus más jóvenes hijos eran muertos
en un aluvión de piedra y lodo, y yo había oído
que en ciertos días perdía la memoria. Oh, y la hermosa
caligrafía
de tu madre, y sus manos que dibujaban catedrales de barro
cocido,
y los prohibidos baúles de cuero, donde los libros se agitaban
como peces asustados!
De qué se llora, dí de qué se llora
cuando se tiene padres sólidos, y la saliva invade la boca,
y se ha recibido una vieja cuchara de plata,
y se pasea, a la luz de la luna, por un bosque de cedros
conteniendo las ganas de orinar. De qué se llora entonces
cuando en las tardes de yodo hemos prendido velas
a los santos patronos, cuando nada ha caído, salvo, tal vez,
el nido de ese pájaro en un charco. De qué se llora
cuando los días se cierran como un aro y el mundo
es una palabra que salta y produce escozor en nuestras lenguas?…
Recuerdas, exiliado por tu brutal sonambulismo, recuerdas
las alcantarillas de tu ciudad que nutrieron al río de oro,
recuerdas el abrevadero, junto a la alameda de los muertos
marcada con enormes piedras blancas como el llanto de un dios,
donde se encontraban los talismanes y los palos torcidos
que inundaban de majestad tu frente?
(Seres, nombres de seres.
Deslumbramiento de monos habladores bajo el cielo feriado./
Tambores
de piel de chivo alejando cosas y cosas de bronce
hacia las capitales escarlata, mientras mi madre, partícipe de mi
sueño, aguardaba por unas bellas frutas que yo había visto
en el mercado, al fondo, junto a las ollas pintadas.)
De este destino diré hoy que lo ví crecer
como el arco de yeso de la casa, cuando mi sombra huía
como una llama muerta. Y del llanto que pendió
de los dedos monótonos, digo que puede ser ternísimo
cuando se tiene una espada de lata
y las estrellas llegan a abrevar sus distancias
en la mirada parda.
Porque yo recuerdo
que tuve todo eso, y que vi reposar a un burro blanco
en el sol de Enero y que oí comentar a los mayores
las noticias de cierta lejana guerra. Y el movimiento del caballo
y ese rey perezoso me retuvieron horas y horas
en el perfume de la media mañana, bajo el sol de Enero,
esperando la brillante jugada de mi padre.

 

 

BLANCA VARELA


 

A lo mejor eres tú mismo

 

A lo mejor eres tú mismo el tren que pita y se mete bajo
tierra rumbo al infierno o la estrella de chatarra que te
lleva frente a otro muro lleno de espejos y de gestos,
  endiablados gestos sin dueño y tú tras ellos, solo, feliz
propietario de una boca escarlata que muge.
Pega el oído a la tierra que insiste en levantarse y respirar.
Acaríciala como si fuera carne, piel humana capaz de
conmoverte, capaz de rechazarte.
Acepta la espera que no siempre hay lugar en el caos.
Acepta la puerta cerrada, el muro cada vez más alto, el
saltito, la imagen que te saca la lengua.
No te trepes sobre los hombros de los fantasmas que es
ridículo caerse de trasero with music in your soul.

 

 

GIOVANNA POLLAROLO


 
Yo quería ser mariposa

 

los ensayos a las cinco, después de clase
un ballet con música de Strauss
que cerrará con broche de oro las fiestas del colegio
argumento y coreografía son de mi invención
cinco mariposas enamoradas de una flor
dijo la señorita Leontina
la flor es sólo un adorno, no necesita ensayar
y puede ser cualquiera.
Pero todas queríamos ser mariposas.
La danza es difícil, yo soy exigente
habilidad, gracia, flexibilidad, soltura
no admito errores ni considero a las caras bonitas
el talento se tiene o no se tiene
mejor renunciar antes
de pasar por el mal rato del fracaso.
Sus ojos helados recorren la fila
haremos una prueba, el tiempo es oro
primer paso: derecha, izquierda, media vuelta, derecha
hace sonar un pito estridente
y es mi primer paso al fracaso
me persigno con la derecha y mientras pienso
las cinco mariposas van en la media vuelta
ya estamos en un enredado tercer paso
y yo no aprendo todavía el primero
ahora lo haremos con música
ahora empieza la verdadera prueba
trazará la línea de las elegidas
se sienta ante el piano, se saca los anillos
me pellizco la mano derecha, me muerdo el pulgar derecho
y en el lío de la música y los gritos acompasados
derecha, arriba, media vuelta, abajo, derecha
olvido el dolor del lado que no aprendo
me quedo plantada como una gallina ante su huevo
al medio de un círculo en donde no debería estar
¡Pollarolo! interrumpe la música
(el tiempo es oro)
dicta la sentencia que desde el principio supe
serás flor, gritó.
Desde el pedestal en el que oficio de adorno
aún sigo esperando que llegue a su fin
el mal rato anunciado.

 

 

JUAN CARLOS LAZARO


  

El Beduino

 
Desde hace veintiún días
No he vuelto a mirar el mar,
No he escrito un poema
Ni he tenido un amor
En todo este tiempo.
Pienso que la espuma blanca,
Habrá subido hasta las peñas,
Que los maremotos habrán borrado
Las islas,
Que estarán los puertos
Inundados y sin marinos.
­Oh desolación!
Desde hacen veintiún días
Mis ojos solo ven
Desiertos naturales y tiendas.
La guerra no ha pasado
Por aquí todavía...

 

sábado, 29 de noviembre de 2014

LUIS HERNÁNDEZ


 
Fragmento

 

Yo conozco
De ti
Lo mejor
Tú conoces
De mí
He aquí que te he amado
A través
Del bello tiempo.
Y a través
Del peor.
Y jamás
Con el sueño
Sino con el amor

 
De "La imagen"

 

 

JORGE EDUARDO EIELSON


 

Ceremonia solitaria en compañía de mí mismo

 

Si entre esferas me acuesto
                                Si entre esferas me despierto
Es porque tu sexo
                                Es porque mi sexo
Se parece tanto al mío
                                Se parece tanto al tuyo
Que no conozco nada
                                Que no conozco nada
Más oscuro ni más tibio
                                Más oscuro ni más tibio
Más redondo ni más puro
                                Más redondo ni más puro
Un obelisco de dulzura
                                Un abismo de ternura
Un animal escamoso en la mañana
                                Otro suavísimo en la noche
Un corazón en cambio
                                Un corazón
Significa sólo fuego
                                Significa sólo fuego
Una pared de ceniza
                                Entre tu cuerpo y el mío
Un fragmento de mejilla
                                La redondez de tu ombligo
Una calavera que me espera
                                Una calavera que te espera
Y yo que te pienso diverso
                                Yo que te pienso diverso
Cada día me parezco más a ti
                                 Cada día me parezco más a ti
Que no te pareces a mí.

 
De "Ceremonia solitaria"

 

 

MARIANO MELGAR

 

Yariví Vii

 

¿Con que al fin tirano dueño,
Tanto amor, amores tantos,
Tantas fatigas,
No han conseguido en tu pecho
Más premio que un duro golpe
De tiranía?

Tú me intimas que no te ame
Diciendo que no me quieres
Ay, vida mía,
Y que una ley tan tirana
Tenga de observar, perdiendo,
Mi triste vida!

Yo procuraré olvidarte
Y moriré bajo el peso
De mis desdichas.
Pero no pienses que el Cielo
Deje de hacerte sentir
Sus justas iras

Muerto yo tu llorarás
El error de haber perdido
una alma fina.
Y aún muerto sabrá vengarse
Este mísero viviente
Que hoy tiranizas.

A todas horas mi sombra
Llenará de mil horrores
Tu fantasía
Y acabará con tus gustos
El melancólico espectro
De mis cenizas

 

ANTONIO CISNEROS


 

I- Hampton Court

Y en este patio, solo como un hongo, adónde he de
mirar.
Los animales de piedra tienen los ojos abiertos
sobre la presa enemiga ciudades puntiagudas y
católicas ya hundidas en el río hace cien lustros
se aprestan a ese ataque. Ni me ven ni me
sienten. A mediados del siglo diecinueve los
últimos veleros descargaron el grano. Ebrios
están los marinos y no pueden orime las quillas
de los barcos se pudren en la arena.
Nada se agita. Ni siquiera las almas de los
muertos número considerable bajo el hacha, el
dolor de costado, la diarrea. Enrique El Ocho,
Tomás Moro, sus siervos y mujeres son el aire
quieto entre las arcadas y las torres, en el
fondo de un pozo sellado. Y todo es testimonio de
inocencia. Por las 10,000 ventanas de los muros
se escapan el león y el unicornio. El Támesis
cambia su viaje del Oeste al Oriente. Y anochece.

 

II. Paris 5e

“Amigo, estoy leyendo sus antiguos versos en la
terraza del Norte.
El candil parpadea. Qué triste es ser letrado y
funcionario. Leo sobre los libres y flexibles
campos de arroz: Alzo los ojos y sólo puedo ver
los libros oficiales, los gastos de la provincia,
las cuentas amarillas del Imperio”.
Fue en el último verano y esa noche llegó a mi
hotel de la calle Sommerard.
Desde hacia dos años lo esperaba. De nuestras
conversaciones apenas si recuerdo alguna cosa.
Estaba enamorado de una muchacha árabe y esa
guerra la del zorro Dayán le fue más dolorosa
todavía. “Sastre está viejo y no sabe lo que
hace” me dijo y me dijo también que Italia lo
alegró con una playa sin turistas y erizos y
aguas verdes llenas de cuerpos gordos,
brillantes, laboriosos, “Como en los baños de
Barranco”. Y una glorieta de palos construida
en el 1900 y un plato de cangrejos. Había dejado
de fumar. Y la literatura ya no era más sus
oficio.
El candil parpadeó cuatro veces. El silencio
crecía robusto como un buey. Y yo por salvar algo
le hablé sobre mi cuarto y mis vecinos de
Londres. de la escocesa que fue espía en las dos
guerras, del portero, un pop singer, y no
teniendo ya nada que contarle, maldije a los
ingleses y callé. El candil parpadeó una vez más.
Y entonces sus palabras brillaron más que el lomo
de algún escarabajo. Y habló de la Gran Marcha
sobre el río Azul de las aguas revueltas, sobre
el río Amarillo de las corrientes frías. Y nos
vimos fortaleciendo nuestros cuerpos con saltos y
carreras a la orilla del mar, sin música de
flautas o de vinos, y sin tener otra sabiduría
que no fuesen los ojos. Y nada tuvo la apariencia
engañosa de un lago en el desierto. Mas mis
diosos son flacos y dudé. Y los caballos jóvenes
se perdieron atrás de la muralla, y él no volvió
esa noche al hotel de la calle Sommerard. Así
fueron las cosas Dioses lentos y difíciles,
entrenados para morderme el higado todas las
mañanas. Sus rostros son oscuros, ignorantes de
la revelación. “Amigos, estoy en la Isla que
naufraga al norte del Canal y leo sus versos, los
campos del arroz se han llenado de muertos. Y el
candil parpadea”.

 

NICOMEDES SANTA CRUZ


 

La Noche

 

En esas doce horas que somos la espalda del mundo
en aquel diario eclipse
eclipse de pueblos
ecllipse de montes y páramos
eclipse de humanos
eclipse de mar
el negro le tiñe a la Tierra mitad de la cara
por más que se ponga luz artificial
negrura de sombra
sombra de negrura
que a nadie le asombra
y a todo perdura
obscura la España
y claro Japón
obscura Caracas
y claro Cantón
y siempre girando hacia el Este
aquí está tiznando
allá está celeste
esa sombra inmensa
esa sombra eterna
que tuvo comienzo al comienzo del comienzo
rotativo eclipse
eclipse total
pide a los humanos un solemne rito
que es horizontal
y cada doce horas que llega me alegro
porque medio mundo se tiñe de negro
y en ello no cabe distingo racial

 

CELIA FLORES

 

Rojo radiante

 

Sumergido en la profundidad del beso
el deseo parece que flotase, en el vaho
azul, celeste y rojo: arde
el fuego de la carne.

El viento se detiene en las esquinas
y juega acariciando al tiempo en su huida
mientras la noche se alborota herida
al saber que las horas se disipan.

Todo duerme a las caricias del amado,
todo sueño es un mundo ya sin sombras,
ha cerrado las alas el olvido
para acunar solitario una lumbre.

Un fuego nació en las entrañas
y el beso que es estrella y es latido
rompió sus fulgores más serenos
en las humedecidas fauces del deseo.

viernes, 28 de noviembre de 2014

JAVIER SOLOGUREN



Elegía
 
Amor que apenas hace un rato eras fruto
de resplandeciente interior en los ojos
de irreprochable dulzura, que sólo eras
una gota de agua resbalando entre los senos
apaciblemente diminutos de una joven;
ahora, al otro lado de las falsas paredes
pintadas con húmedos y empañados carmines,
entre la tarde nostálgica y la noche,
oh amor, has de ser guía certero del asesino
que ardientemente trabaja con un hilo de nieve
en torno de lo que ama.
 
De "Detenimientos"
 
 
 



 

CÉSAR MORO



Como un piano de cola

                                                                 A André Breton

  

Como un piano de cola de caballo de cauda de estrellas
Sobre el firmamento lúgubre
Pesado de sangre coagulada
Arremolinando nubes arco-iris falanges de planetas
    (y miradas de aves
El fuego indeleble avanza
los cipreses arden los tigres las panteras y los animales
    nobles se tornan incandescentes

El cuidado del alba ha sido abandonado
Y la noche se cierne sobre la tierra desvastada

La comarca de tesoros guarda para siempre tu nombre

 

 

MANUEL GONZÁLEZ PRADA



Los Amancaes


 

I

Fuimos siete adolescentes,
Siete Vírgenes del Sol,
Que manchamos la inocencia
Con la culpa del amor.

Siete Príncipes hermanos
De invencible y dulce voz,
Cautivaron con su hechizo
Nuestro frágil corazón.

Perecimos en las llamas,
Y el benéfico Hacedor
En humildes, tiernas flores
Compasivo nos trocó.


II

Fuimos siete adolescentes,
Siete Vírgenes del Sol,
Y amarillos, solitarios
Amancaes somos hoy.

A los Príncipes llamamos
Con eterno y casto ardor,
Que si perdimos la vida
No perdimos la pasión.

En el día y en la noche,
Con las ansias del amor,
Esperamos, esperamos,
Y Ellos (ay! no vienen, no.


RODOLFO HINOSTROZA



Para Una Visión (i)

 

Padre
_____

Madre
engendrador engendra
bajo la cúpula
un cielo argentado y allí
bestias que ciegan la luz de la caverna
/ Platón / Le couple
en el fondo
no la belleza aérea no el reino de la líbido:
Lecho nupcial natal mortal entre cuatro paredes
no la vista del acto
no emanación que vuela que se esparce entre los niños
but
cerrada cámara
el aullido y la neurosis
no veo
mis ojos inyectados de sangre salobres de legañas
ellos van hacia atrás
hacia el reino salvaje de la especie
Tigre & Tigresa
yo para siempre
detenido en las puertas.

 

 

 

EMILIO ADOLFO WESTPHALEN


 
He Dejado Descansar Tristemente Mi Cabeza...

 

He dejado descansar tristemente mi cabeza
En esta sombra que cae del ruido de tus pasos
Vuelta a la otra margen
Grandiosa como la noche para negarte
He dejado mis albas y los árboles arraigados en mi garganta
He dejado hasta la estrella que corría entre mis huesos
He abandonado mi cuerpo
Como el naufragio abandona las barcas
O como la memoria albajar las mareas
Algunos ojos extraños sobre las playas
He abandonado mi cuerpo
Como un guante para dejar la mano libre
Si hay que estrechar la gozosa pulpa de una estrella
No me oyes más leve que las hojas
Porque me he librado de todas las ramas
Y ni el aire me encadena
Ni las aguas pueden contra mi sino
No me oyes venir más fuerte que la noche
Y las puertas que no resisten a mi soplo
Y las ciudades que callan para que no las aperciba
Y el bosque que se abre como una mañana
Que quiere estrechar el mundo entre sus brazos
Bella ave que has de caer en el paraíso
Ya los telones han caído sobre tu huida
Ya mis brazos han cerrado las murallas
Y las ramas inclinado para impedirte el paso
Corza frágil teme la tierra
Teme el ruido de tus pasos sobre mi pecho
Ya los cercos están enlazados
Ya tu frente ha de caer bajo el peso de mi ansia
Ya tus ojos han de cerrarse sobre los míos
  Y tu dulzura brotarte como cuernos nuevos
Y tu bondad extenderse como la sombra que me rodea
Mi cabeza he dejado rodar
Mi corazón he dejado caer
Ya nada me queda para estar más seguro de alcanzarte
Porque llevas prisa y tiemblas como la noche
La otra margen acaso no he de alcanzar
Ya no tengo manos que se cojan
De lo que está acordado para el perecimiento
Ni pies que pesen sobre tanto olvido
De huesos muertos y flores muertas
La otra margen acaso no he de alcanzar
Si ya hemos leído la última hoja
Y la música ha empezado a trenzar la luz en que has de caer
Y los ríos te cierran el camino
Y las flores te llaman con mi voz
Rosa grande ya es hora de detenerte
El estío suena como un deshielo de los corazones
Y las alboradas tiemblan como los árboles al despertarse
Las salidas están guardadas
Rosa grande ¿no has de caer?

 

 

WASHINGTON DELGADO


 
Los pensamientos puros

 

Señor rentista, señor funcionario,
señor terrateniente,
señor coronel de artillería,
el hombre es inmortal:
vosotros sois mortales.
Es curioso como la podredumbre
se adelanta a veces al cadáver.
Soportad vuestro olor, mostradlo
si queréis, poquito a poco.
Pero no habléis.
Señores, enseñad el trasero,
pero no lloréis nunca,
cierta decencia es necesaria.
en las alas blancas
y en la música de las arpas
dulcemente tocadas
por vuestras dulces manos.
Pensad en vuestros libros de lectura, en las viudas
        tísicas y abandonadas que ayudaréis con una
        trompeta de oro.
Pensad en vuestros billetes, en los veranos junto
        al mar, en la mucama rubia, en el amante
        moreno, en los pobre que besaréis en la otra
        vida, en las distancias terrestres, en los cielos
        de almíbar.
Pensad en todo,
vuestros días sobre la tierra no serán numerosos.

 

jueves, 27 de noviembre de 2014

JOSÉ MARÍA EGUREN


 

 

En los jardines otoñales,
Bajo palmeras virginales,
Miré pasar muda y esquiva
La pensativa.

La vi en azul de la mañana,
Con su mirada tan lejana;
Que en el misterio se perdía
De la borrosa celestía.

La vi en rosados barandales
Donde lucía sus briales;
Y su faz bella vespertina
Era un pesar en la neblina.

Luego marchaba silenciosa
A la penumbra candorosa;
Y un triste orgullo la encendía,
¿Qué pensaría?

¡Oh, su semblante nacarado
Con la inocencia y el pecado!
¡Oh, sus miradas peregrinas
De las llanuras mortecinas!

Era beldad hechizadora;
Era el dolor que nunca llora;
¿Sin la virtud y la ironía
Qué sentiría?

En la serena madrugada,
La vi volver apesarada,
Rumbo al poniente, muda, esquiva,
¡La pensativa!

 

 

 

CÉSAR VALLEJO



Absoluta

 

Color de ropa antigua. Un julio a sombra,
y un agosto recién segado. Y una
mano de agua que injertó en el pino
resinoso de un tedio malas frutas.

Ahora que has anclado, oscura ropa,
tornas rociada de un suntuoso olor
a tiempo, a abreviación... Y he cantado
el proclive festín que se volcó.

Mas ¿no puedes, Señor, contra la muerte,
contra el límite, contra lo que acaba?
¡Ay, la llaga en color de ropa antigua,
cómo se entreabre y huele a miel quemada!

¡Oh unidad excelsa! ¡Oh lo que es uno
por todos!
¡Amor contra el espacio y contra el tiempo!
Un latido único de corazón;
un solo ritmo: ¡Dios!

Y al encogerse de hombros los linderos
en un bronco desdén irreductible,
hay un riego de sierpes
en la doncella plenitud del 1.
¡Una arruga, una sombra!


 

 

XAVIER ABRIL

 

Patética

 

Caída del éxtasis,
en el atardecer, entre pasiones e incendio,
música de silencio.

Tu frente se eleva como el fuego.

Se oyen los ríos, la corriente de la libertad y del paisaje.

La hoja independiente, la gota de agua,
iguales a un cosmos o poema.

Estás allí donde la sangre canta,
en lo desnudo del aire, en la vena del alba

 

 

NICOMEDES SANTA CRUZ




Al Compás Del Socabón

 

Al compás del socabón
con décimas del Perú,
conserva la tradición
Nicomedes Santa Cruz.
 

I

Durante el siglo pasado
Y comienzos del presente
Era cosa muy frecuente
Un cantar improvisado:
Décimas de Pie forzado
Le llamaba la afición,
Y sólo en nuestra nación
La Décima o Espinela
Se acompañó con la vihuela
al compás del socabón.
 

II

Una glosa la interpretan
cuatro décimas o pies,
el verso número diez
es uno de la cuarteta;
y sin ser un gran poeta
ni nacer con tal virtud
con gusto y solicitud
en esas noches de invierno
puede llenarse un cuaderno
con Décimas del Perú.

 
III

Si rima con mucho esmero
la consonancia hará el resto:
Décimo, Séptimo y Sexto;
Quinto y Cuarto con Primero;
versos de igual terminación;
para mayor perfección
rime Octavo con Noveno
y con cada verso bueno
conserva la tradición.
 

IV

Octosilábica, hispana,
Fue la décima genuina,
Insuperable, divina
Es la décima peruana.
Si algún día alguien me gana
O si me llevase Jesús,
Que no se extinga la luz
En ese cantar tan nuestro.
Lo pide… un servidor vuestro:
Nicomedes Santa Cruz.

 

 

BLANCA VARELA



Casa De Cuervos

 

porque te alimenté con esta realidad
mal cocida
por tantas y tan pobres flores del mal
por este absurdo vuelo a ras de pantano
ego te absolvo de mí
laberinto hijo mío

no es tuya la culpa
ni mía
pobre pequeño mío
del que hice este impecable retrato
forzando la oscuridad del día
párpados de miel
y la mejilla constelada
cerrada a cualquier roce
y la hermosísima distancia
de tu cuerpo
tu náusea es mía
la heredaste como heredan los peces
la asfixia
y el color de tus ojos
es también el color de mi ceguera
bajo el que sombras tejen
sombras y tentaciones
y es mía también la huella
de tu talón estrecho
de arcángel
apenas pasado en la entreabierta ventana
y nuestra
para siempre
la música extranjera
de los cielos batientes
ahora leoncillo
encarnación de mi amor
juegas con mis huesos
y te ocultas entre tu belleza
ciego sordo irredento
casi saciado y libre
con tu sangre que ya no deja lugar
para nada ni nadie

aquí me tienes como siempre
dispuesta a la sorpresa
de tus pasos
a todas las primaveras que inventas
y destruyes
a tenderme nada infinita
sobre el mundo
hierba ceniza peste fuego
a lo que quieras por una mirada tuya
que ilumine mis restos
porque así es este amor
que nada comprende
y nada puede
bebes el filtro y te duermes
en ese abismo lleno de ti
música que no ves
colores dichos
largamente explicados al silencio
mezclados como se mezclan los sueños
hasta ese torpe gris
que es despertar
en la gran palma de dios
calva vacía sin extremos
y allí te encuentras
sola y perdida en tu alma
sin más obstáculo que tu cuerpo
sin más puerta que tu cuerpo
así este amor
uno solo y el mismo
con tantos nombres
que a ninguno responde
y tú mirándome
como si no me conocieras
marchándote
como se va la luz del mundo
sin promesas
y otra vez este prado
este prado de negro fuego abandonado
otra vez esta casa vacía
que es mi cuerpo
a donde no has de volver

 

 

 

CÉSAR CALVO



Diario de campaña

 

1

Detrás de nuestros actos, como una piel
de voluntad sin tregua, somos
nuestros propios antepasados. No hay roca
que no sea memoria de nosotros, no hay
trigo ni lamento
que no hayamos sembrado o desgajado. Sobre
estos mismos campos donde otros derramaron
las lunas de su sangre, y se alzaron los látigos
y nadie dijo nada: caminamos. A nuestro paso dejan
los muertos de morir, los aún no nacidos
respiran libremente.

(Después de aquella vida que en la ciudad vivimos
como una muerte a medias, esta otra que avanza
sobre el hilo de los disparos en la noche,
alta en el corazón nos reconforta.
¡Oh vida amenazada, golpeada
por los vientos, al aire siempre al aire
y delante de si misma siempre! Tal,
en pos de nosotros, avanzamos, somos
nuestro destino, la patria de los tiempos.
Y desde estas llanuras que son otras, entre
los altos bosques o relámpagos, nos miramos
llegar, nos saludamos).

¡Saluda tierra nuestro paso,
que tuyo es: callado
como el peligro, fértil
como tus leyes, revelado milagro! ¡Salúdalo
en la sangre, en la flor que se abre o en la tumba
que se cierra como una flor sin nadie!

 

miércoles, 26 de noviembre de 2014

JORGE EDUARDO EIELSON


 
En el corazón del otoño

 

Este taller dorado, señora,
Si usted suelta sus cabellos,
Su corsé, sus abundantes senos,
Arderá. La Muerte vestida,
Calavera de viejo sombrero,
Con plumas de pato en la nuca,
Vendrá, si usted llora, señora,
Desnuda en el bosque, si llora.
Hermosa señora, qué viento,
Qué viejo ya el día, las flores,
La cera y el vino, sus ojos, señora.
Este taller dorado, señora, es el otoño.

 

De "Doble diamante"

 

 

LUIS HERNÁNDEZ



Browning, Robert

 

Dime Robert
Qué es más propio;
La grama
El césped
El grass
La extensa pradera
De hierba
Sordello; un loco señor
Me habló de Sordello;
EzraPound

Y otro de tus jardines;
Jiménez de Moguer
("Roberto Browning", M: 380)

 

 

CÉSAR MORO



El humo se disipa

 
                          A donde voraz y ciego
                         Es el Minotauro el fuego
                        Y es el laberinto el humo
                            Calderón de la Barca

 

Tu aliento es como la mejor mañana fresca de olor de aves y de mar un
            velamen cruza veloz la foresta interdicta de tu aliento donde los
            pájaros se columpian picoteando estrellas mientras un galope
            tendido de gacelas transtorna las flores y las convierte en piedras
            de luna y el silencio recorre la escala de tu aliento de fuente y de
            montaña nevada.
Frente a frente tu aliento el soplo aterrador de la primavera en los
            bosques de nieve eterna iniciando el desfile de los témpanos
            coronados de osos polares flameantes
Tu aliento certero en medio del corazón una piedra que cae en el estanque
            dormido y levanta geiseres de estrellas enloquecidas que buscan su
            origen en tu boca
Tu aliento es un despeñadero en el que caen árboles enteros y el ruido se
            tapiza y las frutas maduran y todo se volatiliza en una caída sin
            término
La mañana perfila los cendales de tu aliento y la tormenta tiene olor de tu
            saliva y tu saliva es el cráter de donde vuelan los peñascos
            enfurecidos portadores de mensajes ilegibles.
Tu aliento de meteorito disparado desde el cielo cayendo en un bosque
            ardiente chamuscando leopardos y provocando el alarido de los
            elementos
Tu aliento es humareda de ignición de poemas obscenos tu aliento
            precipitándose a mansalva sobre campos inmensos bajo la luna
Tu aliento en la mañana la nostalgia de la noche fulgurante de rayos que
            bordan en el cielo las cataratas de tu aliento

De "La tortuga ecuestre"

 

JAVIER SOLOGUREN


 
Detenimientos
 

                                                Assezconnu. Les arréts de la vie
                                                   O Raumeurs et Visions!
                                                          A. Rimbaud


Hallo la transparencia del aire en la sonrisa;
hallo la flor que se desprende la luz, que cae,
que va cayendo, envolviéndose,
cayendo por las rápidas pendientes del cielo
al lado del blanco y agudo canto de los pájaros marinos.
Descendiendo a la profunda animación de la fábrica corpórea
que opera como un denso vino bajo la lengua ligera.
Aquí y allá las obras de la tierra, las diminutas catástrofes
en los montículos de arena,
la sucesión de alegre rayo en la humedad del roquedal.
(Nuevamente el viento de mano extensa
y pródiga, enamorada).
Ventanas de sal doradas por la tarde, brillante dureza
por la que unos ojos labran el silencio
como un blanco mármol, desnudo e imperioso
entre árboles y nubes.


De "Detenimientos"

 

ROSSELLA DI PAOLO



De encantación

 

               La playa tendida como un lagarto
                             llora minuciosa
                    una vastísima lágrima.

               Barcas en velan deambulan por su sal incesante
                    abrazando redes ateridas de peces.

Los hombres avanzan desfigurando la rectitud de las calles
               con voces de botellas abiertas y pies desnudos

pero observan: Hoy la brisa
               es pájaro invisible que las ramas presienten
                    como gitanas tintineantes
cuando desmadejan el hilo prodigioso de las manos.

La tarde es un renglón de niños que cruza las veredas
               huyendo del árbol hojeroso
empeñado en dibujar sombras en la hierba.

(La cola de un gato será la rúbrica gentil
              de un sol que tiene sueño).