sábado, 29 de noviembre de 2014

CELIA FLORES

 

Rojo radiante

 

Sumergido en la profundidad del beso
el deseo parece que flotase, en el vaho
azul, celeste y rojo: arde
el fuego de la carne.

El viento se detiene en las esquinas
y juega acariciando al tiempo en su huida
mientras la noche se alborota herida
al saber que las horas se disipan.

Todo duerme a las caricias del amado,
todo sueño es un mundo ya sin sombras,
ha cerrado las alas el olvido
para acunar solitario una lumbre.

Un fuego nació en las entrañas
y el beso que es estrella y es latido
rompió sus fulgores más serenos
en las humedecidas fauces del deseo.

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