domingo, 30 de noviembre de 2014

JOSÉ WATANABE



La piedra del río

 

Donde el río se remansaba para los muchachos
se elevaba una piedra.
No le viste ninguna otra forma;
                         sólo era piedra, grande y anodina.

Cuando salíamos del agua turbia
trepábamos en ella como lagartijas. Sucedía entonces
algo extraño:
           el barro seco en nuestra piel
acercaba todo nuestro cuerpo al paisaje:
                         el paisaje era de barro.
En ese momento
la piedra no era impermeable ni dura;
            era el lomo de una gran madre
que acechaba camarones en el río. Ay poeta,
otra vez la tentación
                 de una inútil metáfora. La piedra
era piedra
y así se bastaba. No era madre. Y sé que ahora
asume su responsabilidad; nos guarda
en su impenetrable intimidad.

Mi madre, en cambio, ha muerto
                        y está desatendida de nosotros.

 

 

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