"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 31 de octubre de 2021
LI QINGZHAO
Recolección
de moras
en
el crepúsculo
ráfagas de viento y lluvia
luz ardiente que se deshace y se apaga
ya he dejado de tocar la flauta de bambú
y frente al espejo engastado con flores ligeramente me maquillo
bajo el vestido de seda púrpura mi fina piel de nieve
exhala un delicioso perfume
entonces, sonriendo
susurro a mi amado:
«esta noche tras el dosel de muselina
sentiremos el frescor de nuestro lecho»
JORGE VALDÉS
Cruz
del sur
Arden
las hojas del otoño
en la humedad crepuscular
de Buenos Aires. Contra un parque
dividido por tres colinas,
la opacidad de su belleza
busca en follajes la mirada
que acompañó la luz. Las lámparas
doradas guardan sus memorias
y encienden sombras en el césped.
Al
atardecer se disponen
el horizonte de cortezas
y el suave tacto de los ojos
para construirse otra estancia
con los pájaros. En silencio
subes las calles y regresas
al canto de la noche. Queda
entre tus labios el murmullo
que al abandono pronunciaste,
la rozadura de palabras
dejadas en la soledad
de un cuarto cálido, ya oscuro.
Áspera
en su constelación,
la Cruz del Sur abre sus puntas
mientras aguardo tu llegada
porque no eres tú quien ha vuelto
a resplandecer junto al eco,
sino tus huellas hondas, tenues
fragmentos de un espejo en llamas
que te observó al entrar a ciegas
en las membranas del deseo.
EFRAÍN BARTOLOMÉ
Como
una lenta piedra
La
noche y sus lamentos
El rumor sordo de su respiración
No sé qué sangre fluye bajo el piso de la ciudad
Una
imagen de mí como una lenta piedra
llega de las finales marejadas del día
de las horas quemadas por el sol
Viene del horizonte
De la línea dolida de la sombra
De las cenizas recientes del pasado
Del fondo de esta noche sin fronteras
En
estos días he visto tantas cosas de mí
Me he aprendido en tu voz
En el atrevimiento de tus manos
En tu cuerpo arrojado al reposo después de la tormenta
reflejándome oyéndome
Te
recuerdo de pie frente al espejo tocada apenas por la luz
Llenos de ti mis ojos Mis manos insaciables
El húmedo cabello derramado en el lecho
Tus hombros salpicados por la sombra
La lengua de la luz en tus caderas blancas
Al fino talle prendo garras dulces
Mis brazos se hacen alas y te envuelven
Hundo sobre la alfombra cascos de minotauro
Embisto
Rasgo
Aúllo
Me despeño
Soy
agua desplomada sobre ti
Soy la más tibia lengua
El río más tierno
Agua.
*
Ahora
quiero gritar
Contárselo a mi sombra
A los geranios
Pero
no
Hay ojos que vigilan
Cada ventana es una luz
La luz construye sombras
Oh amante
Sangre mía
¿A quién decirlo ahora?
Piedras
descenderán sobre nosotros
Pero
habrá que decírselo al frío y a mis manos
al perro y al silencio
Porque de otra manera
tanta felicidad me va a estallar adentro.
JOSÉ MÁRMOL
esquicio
del vuelo
voy
a dibujar un pájaro que es su mismo vuelo. y un vuelo que aún no tiene pájaro.
vuelo que se crea con su pájaro. pájaro agotado en los tonos de su vuelo. no
voy a dibujar un pájaro volando sino al mismo vuelo dibujándose. y en mi turno
de sentirme dios. voy a crear un himno para el viento y la memoria.
De:
“La invención del día”
JAVIER VICEDO ALÓS
Distancias
Sólo
una distancia es terrible: la distancia entre dos cuerpos. Esos escasos
centímetros que nos separan de los bultos anónimos en las calles, las tiendas,
las oficinas, los cafés o nuestra propia cama. Qué cerca su pulso y el mío, su
hambre antigua y mis manos de pan, y qué lejanía sin embargo, qué tupida
alambrada de aire.
JUAN CARLOS ONETTI
Querida
Litty
Desde
hace meses
con
inusitada frecuencia
no
me deja el cartera cartas tuyas.
Será
amnesia del hombre
o
tal vez las apile
en
un rincón limpio
de
su cuarto de soltero
solterón
y
algún día me las traiga
cinta
rosa
todas
juntas
como
un banquete
para
el olvidado hambriento
que
puede imaginarse
desde
ahora
una
clara catarata
de
ternuras y recuerdos.
sábado, 30 de octubre de 2021
BENJAMÍN MORALES
Todos
mis niños se persiguen entre los
árboles.
De sincera fisura, sus pies marcan el piso,
nuestro,
El piso de piedra rojiza.
Mis
niños gritan
y sus árboles se descomponen y
ligeros criban el aire que los surca de pluma y hoja.
Estos
niños,
Del atardecer mis niños,
Se conocen unos a otros en cortejos fúnebres
Y al escalar estos parques,
Promontorios, lomas de elefante,
Divisan el hogar de su amor completo,
Una tumba,
Una cueva,
una calle,
el cielo naranja
y mi miedo al paso.
Estos
niños,
Mis niños nuestros,
Sabrán amarme entre parques de violetas
Y la soledad del aire.
JAIME OBISPO
Siendo
Siempre
he querido ser otra persona.
-Un humilde escorpión siendo devorado por su hembra-
Y no un pez abriendo el mar
Siempre
he querido estar en la cima de un pezón que atisba el horizonte
sobre la melena de un mar de árboles
Pero siempre termino siendo
alguien que no quiere escribir
y que en realidad necesita
besar una hendidura
perfectamente rosa
manantial de atarrayas
dulces ménsulas
Y
aunque herido de imágenes de ella
bajo el dolor de un pedazo de carne triste
donde no se acuerda que depositó el amor
también he necesitado
no estar
sino lejos
en la noche de una carretera solitaria
donde una luminosa luz se va haciendo el cuerpo
de una blanquísima diosa del frío
vestida de negro
y que allí amaneciera
y todo fuera
No
haber ido a ninguna parte
sino un estar en una fiesta
donde hay un pequeño océano de caguamas
todas y cada una de las mujeres que de ella son y no
Y yo me fuera a la casa de donde he salido
con el olor del ser más pequeñamente inmortal
el que de verdad quiero ser
y no esto que cada vez es más a una descripción
de una subjetividad que cae
en una canción que ya hemos cantado tanto
y no queda más que caer en eso que ya no está siendo
aquí
VERA PAVLOVA
(En
el invierno un animal)
En
el invierno- un animal
En
la primavera- una planta
En
el otoño- un ave
El
resto del tiempo soy una mujer
Versión
de Valeria Guzmán.
EMILIO COCO
Y
tus libros ¿qué harán en el estudio?
Así
es como llamabas al garaje
de
unos sesenta metros que compraste
para
hospedarlos todos a la vista
en
brillantes estantes alineados
en
las paredes hasta el cielorraso.
Sentado
tras la mesa, con cuidado
los
ibas anotando en un cuaderno
con
tu bonita y nítida grafía,
tardaré
mucho tiempo, tengo tantos,
nunca
los he contado. ¿Veinte mil?
Creo
que aún más. Si vienes a ayudarme
dentro
de un mes los ficharemos todos.
¿Advertirá
la falta alguno de ellos
de
una caricia leve por su lomo?
¿Te
llorarán los clásicos latinos,
tu
querido Catulo, sobre todo?
Lo
habías puesto en la última repisa,
enfrente
de la mesa. Te bastaba
levantar
la cabeza, asegurarte
de
su presencia tranquilizadora.
Os
contemplabais con los ojos lánguidos
de
dos enamorados incurables.
STEFAN GEORGE
Desde
el gluten púrpura habló la ira del cielo
Desde
el gluten púrpura habló la ira del cielo:
mi
vista es desviada de este pueblo…
¡Inválido
es el espíritu y muerto el obrar!
Sólo
hacia el reino sagrado
se
huye en un trirreme de oro
Mi
arpa suena y en el templo
el
sacrificio se efectúa… y el camino aún se busca
calentando
al pobre en dilatadas tardes
sólo
sus zancadas me siguen con respeto –
y
todo lo demás es noche y nada
Versión
de José Manuel Recillas
DIANA MASHKOVA
Lágrimas
La
vida me enredó
Con
las barras de hierro,
La
muerte asusta, tonta,
Con
su eternidad.
Estoy
tan triste,
Completamente
libertina:
Con
las patitas de araña
El
ruiseñor muerto.
Versión
de Elmira Khamatova
viernes, 29 de octubre de 2021
LI QINGZHAO
Como
en sueños
anoche
cayó una lluvia fina
sopló fuerte el viento
he tenido un sueño tan pesado
que aún no ha disipado mi ebriedad
pregunto a la doncella que levanta los estores
me contesta: «¿los geranios?
los geranios están igual que siempre»
igual que siempre... ¿pero qué sabrá?
¿qué puede saber?
sus pétalos deben estar de un rojo imperceptible y sus hojas
de un verde esplendoroso
MARÍA MARTÍNEZ BAUTISTA
La
siesta de los padres
Los
niños necesitan la siesta de sus padres.
Empieza
todo
en
las tardes oscuras de mi casa en invierno.
Sólo
estamos yo y yo
y yo
contra mí misma.
Los
juegos han cambiado de repente.
Yo
decido quién vive,
qué
rito corresponde a un juguete difunto.
Soy
toda la memoria de los que nunca fueron.
Pero
a mí, que sí soy, a mí que empiezo
a
vivir y a temer,
¿quién
me recordará si dejo el mundo?
¿Y
si nunca regresan del misterio del sueño
quienes
deben cuidarme?
Por
las persianas
alzadas
de mi cuarto
se
ha colado la noche.
Son
muy distintas
las
siestas luminosas del verano.
En
cada cuarto laten los cuerpos destapados,
vencidos
por el sol, de mi familia.
En
el jardín ardiente
sólo
estamos yo y yo.
La
vida pasa como los caballos
cansados
por mis venas. Nunca han sido tan ciertos
el
espacio que lleno con mi sombra
ni
el peso irrepetible que le pongo a la tierra.
REINALDO BUSTILLO
Canto
a San Juan Nepomuceno
(Poema
en versos eneasílabos anfibráquicos, acentos en 2-5-8)
Tu
orgullo, San Juan, es tu gente
que
busca el futuro y lo afianza,
sembrando
en tus predios simiente
con
fe, con amor y esperanza.
La
bella muchacha que ahora
que
es madre y esposa, se ufana
brindando
virtud que memora,
la
que antes mostrara su hermana.
El
joven que estudia y dichoso
en
libros la ciencia investiga;
y en
vela, las noches gozoso,
no
admite jamás la fatiga.
El
viejo que tuvo en sus manos
las
riendas del mundo pasado,
y
nos hizo a todos hermanos
en
reino a tu amor consagrado.
Tus
cerros, arroyos y prados
tu
iglesia, tus puentes, lo tuyo;
tus
hombres ilustres pasados
que
llenan la vida de orgullo.
Por
eso te vengo a cantar
un
verso que exalte tu historia,
escrito
con tintes de hogar,
y
acentos filiales de euforia.
.
EFRAÍN BARTOLOMÉ
Epitafio
Del
repecho más alto del acantilado que fue
se
despeñó hasta el fondo de sí mismo.
Tardó
toda su vida cayendo.
Ya
llegó.
JOSÉ MÁRMOL
Presencia
Tu
presencia vale más que todos los delirios.
Conozco
del hombre su raíz envenenada,
de
la rosa su espina, de la ilusión el tedio, del aroma el hedor.
El
mar, Homero: todo lo mueve el amor,
cantaba
Osip Maldeshtam en su jaula de horror.
El
sol se apoya tímido sobre los rascacielos.
Es
invierno, ya sabes, preludia un ocaso de hojalata gris.
Girasoles,
abedules y una triste balalaika;
se
arrodilla un frente frío, se abalanza una ilusión.
¿Adónde
estás, poesía? ¿Adónde, libertad?
Mientras
pueda el iracundo amordazar un verso
yo
no voy a entender el sentido de escribir.
De:
“Torrente sanguíneo”
JAVIER VICEDO ALÓS
Dios
sabiéndose
Cuando
yo no soy, o no sueño, el mundo es un papel a la espera de un azote de viento
que lo levante. Sin mí, la insinuación de la luz no existiría porque no
hallaría a quién seducir. La noche es el pretexto para mi soledad, pero soledad
porque yo la quiero; podría no quererla y no habría noches. Yo soy un dios que
no requiere más fieles que él mismo. Soy el mundo, cante o se arrastre.
Pero
a veces, de sólo decirme, traspaso mi discurso y lo desangro: dios sabe de su
imposibilidad.
jueves, 28 de octubre de 2021
FRANCISCO VÉJAR
Fuga
para contrabajo y saxo
Caminar,
siempre caminar
como la que partió hacia otra parte
con un morral de planes e ilusiones,
dejando sin musa al soldado
sucio con saliva de palabras.
Nos
parecemos a ella,
manchando de tinta los papeles,
empuñando algo en la despedida. Intentando
desbaratar el sentido de las horas.
Quizá porque nadie ha llegado a conocernos
y ese sea nuestro triunfo.
Cerca
nuestro, objetos que callan y escuchan,
trozos de lunas que inventaba para seducirte,
casas deshabitadas y sin césped
en las que nos amábamos violando cerrojos.
Así
como la vida, la fiesta siempre está en otro lugar;
tal vez en Edimburgo, Quintay o Valdivia
pero la llama que queda en nuestros ojos
nos acompaña
cuando partimos
y olvidamos
las fosas que se abren
cada día.
JUAN COBOS WILKINS
No
intento explicarte lo que no he de nombrar
Entre
el primer silencio, el silencio clínico, y el biológico, el Gran Silencio,
median de 4′ a 15′. Toda la vida en los 11′ de ese tránsito que no he de
nombrar.
Una
transfusión de niebla, esterilizadas bolsas de plástico que contienen niebla,
su goteo rítmico, implacable, encontrar una vía: y la niebla entra en ti
suavemente a través de esa aguja finísima inyectada con precisión en tu cuerpo,
niebla que sustituye a la sangre de las venas, que la usurpa, niebla fluyendo
ahora por las mismas arterias que segundos antes aún eran recorridas por el
vivo líquido rojo.
Las
grúas en el horizonte de la ciudad como un electrocardiograma urbano.
(Que alguien contempla desde su ventana en la habitación del hospital.)
La llovizna en los campos de lavanda, las olas compasivas con los náufragos.
(Que no puede ver desde la ventana en su habitación del hospital.)
Rodillas que se rozan bajo una mesa, desviar la mirada, volver a los
diecisiete.
(Que alguien evoca en la cama de su aséptica habitación del hospital.)
Nada
tendrá entonces el movimiento de la vida, nada, sólo un trémulo escalofrío
-desmemoria del primer tacto, olvido de un nunca bailado rap-. El
estremecimiento, la débil luz boreal del estertor. Y sí las olas compasivas con
los náufragos, sí las grúas urbanas como un skyline de metálicas
jirafas amarillas, sí la lluvia en los campos de lavanda, volver, sí, volver a
los diecisiete… Y lo demás, todo lo demás, que tan sólo es ya etcétera.
De:
“Matar poetas”
KATHLEEN RAINE
Invocación
Hay
un poema en la senda,
hay un poema que me circunda,
el poema está en el futuro cercano,
el poema está en el éter,
encima de las brumas de la atmósfera
oscila; es un espíritu
y yo lo haré encarnar.
Que
sude mi cuerpo,
que las serpientes atormenten mi pecho,
que estén ciegos mis ojos, mis oídos sordos, mis manos enloquecidas,
mi boca reseca, mi útero cortado,
mi vientre acuchillado, mi espalda azotada,
mi lengua desgarrada como una lonja de cuero,
que se inserten en mis pechos las piedras de granizo,
que yo esté decapitada,
si
tan sólo mis labios pueden hablar,
si tan sólo dios puede acudir.
Versión
de Silvina Ocampo
ROBERTO ARIZMENDI
Desafío
contra el olvido
Cuando
llegue el invierno
mis
pasos no dejarán huella en la nieve
ni
una sonrisa acariciará las tardes junto al Tíber
Seremos
prófugos,
buscadores
eternos por el universo.
Estaré
seguramente en Roma, recordando.
Habré
aprendido lo fugaz que es el tiempo,
cómo
los campos de trigo iluminaron la fiesta,
lo
efímero del amor en sus cuatro estaciones
y el
terso roce de la piel sobre mi asombro.
Pero
este es otro río y otro mar
ya
no hay gaviotas dibujando el horizonte,
ni
gritos de alerta para doblegar el miedo
que
se esconde en el requiebro de los días,
desde
que la memoria nos anima a un nuevo paso.
Habrá
remembranza de una luz radiante,
las
voces inquietas sin temor alguno,
el
horizonte abierto, el sueño imprescindible,
pero
he partido ya y el calendario no puede
devolver
el tiempo ni negar la historia.
Muy
cerca de esas voces ante el sol agonizante
aprendí
a deletrear de nuevo las sílabas perdidas.
Nada
me ató ni nada me detiene ante la eventualidad
y
los prejuicios que invaden sin recato este pedazo de siglo,
aunque
quise quedarme como testigo silencioso.
He
sabido aprender a deletrear la vida
para
encontrar la luz aún en las tinieblas
o
sentir el viento en la carrera fugaz de un tiempo eterno
y en
silencio acudiré a la cita, puntual, si así es preciso,
para
no doblegarme ni sentir hastío.
Cuando
la lluvia escampe
La
Habana sabrá de mis sonrisas
porque
hasta ahí yo iré para saciar mi sed
a
pesar de las sombras que nos niegan
y se
tornan eterno desafío contra el olvido.
Acudiré
puntual a la cita imprescindible
convocada
con voz de gozo y de nostalgia.
Nadie
sabrá por qué ni cómo
aprendí
a deletrear de nuevo el tiempo
para
hacer realidad los sueños y construir la historia.
De: “Desafío
contra el olvido”
BEATRIZ RUSSO
Tu
voz vacía
Porque
tu voz ya no es
sonora,
a
veces me llamo por mi nombre con tu voz,
Cierro
mis ojos vehementes y me pronuncio.
Entonces
llegas sonoro a mi pecho
y te
protejo con mis manos
para
que no te me escapes de nuevo.
Sólo
un instante, el mismo que te desapareció,
instante
de bola de fuego que me traspasa
dejándome
un hueco en el tórax,
como
una ventana abierta que me despierta
con
el repetido sueño de buscar la manta con los pies.
Porque
tu voz ya no es sonora,
a
veces me llamo por mi nombre con tu voz
y
aún lloro tu muerte inventada.
Mi
rostro se posa sobre tu lápida
y te
escribo un epitafio con mis lágrimas
e
insomne te velo con el riguroso luto
de
mis ojos oscuros, de mis ojos enterrados
en
vida bajo la tumba de mi almohada.
Me
muero de frío,
la
ventana está rota,
no
hay manta a los pies de mi cama
y
sin embargo, aún sueño que regresas
y me
hablas al oído.
De: “En
la salud y en la enfermedad”
RAFAEL OBLIGADO
El
negro Falucho
(soldado
Antonio Ruíz fusilado en febrero de 1824)
Duerme
el Callao. Ronco son
hace
del mar la resaca,
y en
la sombra se destaca
del
real Felipe el Torreón.
En
él está de facción,
porque
alejarle quisieron,
un
negro de los que fueron
con
San Martín, de los grandes,
que
en la pampa y en los Andes
batallaron
y vencieron.
Por
la pequeña azotea
Falucho,
erguido y gentil,
echado
al hombro el fusil,
lentamente
se pasea;
piensa
en la patria, en la aldea
donde
dejó el hijo amado,
donde,
en su hogar desolado,
triste
le aguarda la esposa,
y en
Buenos Aires, la hermosa,
que
es su pasión de soldado.
Llega
del fuerte a su oído,
rumor
de voces no usadas,
de
bayonetas y espadas
agudo
y áspero ruido;
Un
“¡Viva España!” seguido
de
un otro ¡Viva Fernando!
y
está Falucho dudando
si
dan los gritos que escucha
sus
compañeros de lucha,
o si
está loco o soñando.
Desde
los Andes, el día,
que
ciñe en rosas la frente,
abierta
el ala luciente
hacia
los mares caía,
cuando
Falucho, que ansía
dar
un viva a su manera,
como
protesta altanera
contra
menguadas traiciones,
izó
nervioso, a tirones,
la
azul y blanca bandera.
—"¡Por
mi cuenta te despliego—
dijo
airado—, y de esta suerte,
si a
tus pies está la muerte,
a tu
sombra muera luego!—.
Nació
el sol: besos de fuego
dióla
en rayas de carmín,
Rodó
el mar desde el confín
un
instante estremecido,
y en
la torre quedó erguido
el
negro de San Martín.
No
bien así desplegados
nuestros
colores lucían,
por
la escalera subían
de
tropel los sublevados.
Ven
a Falucho, y airados
hacia
él se precipitan:
—¡Baja
ese trapo! —le gritan
¡y
nuestra enseña enarbola!...—
¡Y
es la bandera española
la
que los criollos agitan!
Dobló
Falucho, entretanto
la
oscura faz sin sonrojos,
y
ante aquel crimen, sus ojos
se
humedecieron de llanto.
Vencido
al punto el quebranto,
con
fiero arranque exclamó:
—¿Enarbolar
ésa yo,
cuando
está aquélla en su puesto!...—
Y un
juramento era el gesto
con
que el negro dijo: —¡No!—.
Con
un acento glacial
en
que la muerte predicen:
—¡Presenta
el arma! –le dicen–
al
estandarte real—.
Rotos
por la orden fatal
de
la obediencia los lazos,
alzó
el fusil en sus brazos
con
un rugido de fiera,
y
contra el asta—bandera
lo
hizo de un golpe pedazos.
Ante
la audacia insolente
de
esa acción inesperada,
la
infame turba excitada,
gritó:
—¡Muera el insurgente!—.
Y
asestados al valiente
cuatro
fusiles brillaron:
—¡Ríndete
al Rey! —le intimaron,
mas
como el negro exclamó:
—¡Viva
la Patria y no yo!—,
los
cuatro tiros sonaron.
Uno,
el más vil, corre y baja
el
estandarte sagrado,
que
cayó sobre el soldado
como
gloriosa mortaja.
Alegres
dianas la caja
de
los traidores batía,
El
Pacífico gemía
melancólico
y desierto,
y en
la bandera del muerto
nuestro
sol resplandecía.