jueves, 28 de octubre de 2021

ROBERTO ARIZMENDI

 


 

Desafío contra el olvido

 


Cuando llegue el invierno

mis pasos no dejarán huella en la nieve

ni una sonrisa acariciará las tardes junto al Tíber

Seremos prófugos,

buscadores eternos por el universo.

 

Estaré seguramente en Roma, recordando.

Habré aprendido lo fugaz que es el tiempo,

cómo los campos de trigo iluminaron la fiesta,

lo efímero del amor en sus cuatro estaciones

y el terso roce de la piel sobre mi asombro.

 

Pero este es otro río y otro mar

ya no hay gaviotas dibujando el horizonte,

ni gritos de alerta para doblegar el miedo

que se esconde en el requiebro de los días,

desde que la memoria nos anima a un nuevo paso.

 

Habrá remembranza de una luz radiante,

las voces inquietas sin temor alguno,

el horizonte abierto, el sueño imprescindible,

pero he partido ya y el calendario no puede

devolver el tiempo ni negar la historia.

 

Muy cerca de esas voces ante el sol agonizante

aprendí a deletrear de nuevo las sílabas perdidas.

Nada me ató ni nada me detiene ante la eventualidad

y los prejuicios que invaden sin recato este pedazo de siglo,

aunque quise quedarme como testigo silencioso.

 

He sabido aprender a deletrear la vida

para encontrar la luz aún en las tinieblas

o sentir el viento en la carrera fugaz de un tiempo eterno

y en silencio acudiré a la cita, puntual, si así es preciso,

para no doblegarme ni sentir hastío.

 

Cuando la lluvia escampe

La Habana sabrá de mis sonrisas

porque hasta ahí yo iré para saciar mi sed

a pesar de las sombras que nos niegan

y se tornan eterno desafío contra el olvido.

 

Acudiré puntual a la cita imprescindible

convocada con voz de gozo y de nostalgia.

Nadie sabrá por qué ni cómo

aprendí a deletrear de nuevo el tiempo

para hacer realidad los sueños y construir la historia.

 

De: “Desafío contra el olvido”

 

 

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