TU PIEL
Tu piel
la noche tibia
la lluvia bendita
que no para nunca
la oscuridad
que te acaricia
despacito
con ternura
Oscar García
AQUI TE ESPERO HASTA EL ULTIMO OCASO
Como fue antes del principio. Aquí te espero.
Manchado con el sueño más lila. Deteniendo el paso
Del viento que acostumbra a desnudarse entre
Las yerbas medievales. Aquí te espero desde nunca.
Desde cuando el amor aprendía a parpadear bajo la
Peregrina lluvia de marzo. Desde cuando el mar aún no
Se agitaba y la estrella más lejana tenía tus ojos.
Y te espero en el recuerdo que todo lo olvida
Y que se pasea por la cotidiana extensión del silencio.
Yo no sé si estás lejos habitando otro cielo anónimo.
Yo no sé si estás cerca recogiendo las hojas castigadas
Por el frío. Yo no sé si a cada instante tu piel muda
De color o si en tus labios todavía arden mis cenizas.
Aquí te espero hasta el último ocaso o hasta cuando
El álgebra se haya ido a vivir en los acantilados.
No creo que de insomnio se pueda morir. No lo creo.
Si así fuese: Ahí en el insomnio también te espero.
En la calle lejana en donde la noche siempre se atasca
Con mi niñez de siglos —adorable mujer— te aguardo.
Ven desde tus reinos diurnos vestida de pálida nostalgia.
Manchado con el sueño más lila. Deteniendo el paso
Del viento que acostumbra a desnudarse entre
Las yerbas medievales. Aquí te espero desde nunca.
Desde cuando el amor aprendía a parpadear bajo la
Peregrina lluvia de marzo. Desde cuando el mar aún no
Se agitaba y la estrella más lejana tenía tus ojos.
Y te espero en el recuerdo que todo lo olvida
Y que se pasea por la cotidiana extensión del silencio.
Yo no sé si estás lejos habitando otro cielo anónimo.
Yo no sé si estás cerca recogiendo las hojas castigadas
Por el frío. Yo no sé si a cada instante tu piel muda
De color o si en tus labios todavía arden mis cenizas.
Aquí te espero hasta el último ocaso o hasta cuando
El álgebra se haya ido a vivir en los acantilados.
No creo que de insomnio se pueda morir. No lo creo.
Si así fuese: Ahí en el insomnio también te espero.
En la calle lejana en donde la noche siempre se atasca
Con mi niñez de siglos —adorable mujer— te aguardo.
Ven desde tus reinos diurnos vestida de pálida nostalgia.
Luzgardo Medina Egoavil
CAFÉ CANELA
Café canela de a sorbos,
derrochamos las palabras
por designio del destino
escondidas de infortunio,
al crepúsculo testigo
tarde en llamas de un otoño.
Nos sentamos, conversamos,
tú dijiste muchas cosas
y yo dije muchas otras,
café canela sorbiendo...
soltando audaces miradas
en compases vespertinos.
Súbitamente y sublime
la noche nos fue cubriendo,
bastó un silencio profundo
y una pregunta azarosa,
café canela de a sorbos...
Y tu infinita mirada
se reflejó en mis pupilas,
como en un mar de ansiedades.
Antes que el café se acabe,
sí, tus manos y mis manos
se encontraron de improviso
y un huracán de amapolas
ardió en medio de esa magia.
Café canela de a sorbos,
en la cuenta regresiva
tras el tiempo ya perdido,
recorrimos de inmediato
el camino fugitivo
de prohibidas melodías,
de encendidas madreselvas.
Café canela de a sorbos,
florecieron nuestros labios
de néctar y nardos vivos.
Ahogada en café la noche,
penetraba imperturbable
en un sudor sin preguntas
en un sudor sin respuestas.
Mientras, rompimos las reglas
sobre el amor en silencio,
sobre el amor al desnudo
y un manantial de jazmines
y de mieles muy sabrosas
lento y profundo invadía
los cuencos de mis entrañas,
disuelto en café canela.
Con sabor café canela,
mi cuerpo de mar se hizo,
tu piel mí bahía fue,
a los pies erupcionados
del volcán que despertamos.
María Eugenia Ayala
HAY LABIOS
Hay labios
pintados en los maniquíes
hay zumbidos
de abeja en los comedores
hay tarjetas
que compran a plazos la vida
hay pasos
que no se detienen en ninguna vitrina
hay sueños
que ven desde afuera cómo ríe la gente
hay miradas
que bajan miradas que suben y rostros
esquivos
hay la mar
de cosas que caben en muy pocos bolsillos
hay silencios
que duelen en los corazones
hay esperanzas
chiquitas jugando en el parque
y hay te quieros
que buscan te quieros
y almas
que vagan desnudas sin hallar abrigo
y dos
que se toman las manos sin miedos
dos que son todo en su mundo
Iván González
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