domingo, 14 de abril de 2013

FRANCISCO HERNÁNDEZ





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Cierro los ojos para tratar de asirme a algo, porque la ausencia con sus almohadas como sandalias viene aplastando los atajos, las brechas, las herrumbradas vías férreas.
Cierro los ojos, las claraboyas, las tapas de los libros.
Tiemblan los hombros de las cejas, los codos de las axilas.
Me pierdo en los adentros de mis afueras y desde allí agito una bandera blanca, pidiéndole a la nausea un poco de clemencia.
Abro los ojos, ejercito mi cuello y después me alejo con la tranquilidad de haberme desprendido del cerebro.

De “Una isla de breves ausencias

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