sábado, 1 de junio de 2013

HUMBERTO SENEGAL




Afrodisia



Amada, entrando por entre tus nalgas
de durazno,
debo asirme a lamentos silenciados
para no hundirme tan de prisa.
¿Alargar un dolor es convertirlo en placer?
Reclamas —leve queja de labios sobre la almohada—
la tardanza del viaje. Un siglo
masticándola para sólo saber del jugo
de la manzana.
Entrando poco a poco,
es el largo viaje del cual Odiseo no desea regresar,
¿dónde aprieta más?
Sobre la concavidad de tu espalda
desaforado el eco de mi corazón.

No sigas escalando hacia adentro.
¿Lo lamentas?...
¿Estoy pensándolo?...
Rechazarte, aquí atrás, es hundirte más y más
dentro de mí.
Ignoraba que tan constrictora puertecilla
la custodiaba un pudoroso arcángel violado.
Continúo mi camino tu estrecho sendero.
¿Quién explica este éxtasis
si sólo hay espacio y tiempo para la agonía?
Tu espalda, caracolcillo conmigo a cuestas.
Remolino de uvas rituales.
Llego con mi antorcha encendida
ofrenda que no se extingue en la honda plenitud
de las turgencias.
A tu surtidora fuente llego siempre
por cualquiera de los dos caminos.
Llego y desgrano, inmisericorde contigo y conmigo,
la luz dentro de ti.
Blanca luz que nos desintegra, AMADA.
Y que nos funde hasta quedarnos
unidos en el sueño: tú sin querer huir de mí,
yo sin poder salir de ti.

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