martes, 11 de marzo de 2014

ENRIQUE GRACIA TRINIDAD




Proemio

  

Sobre el incierto origen de Gato de Ursaria. 

Gato de Ursaria, como indica su nombre, nació en la casi legendaria
ciudad de Ursaria; antigua "tierra de osos" en la que ya no quedan osos.
Puede que Gato no fuera su auténtico nombre, pero él quiso olvidar los otros que le impusieron y quedarse
con el que eligió. También su tierra natal fue sucesivamente llamada de otros modos.
Procedía de una estirpe indolente y caprichosa, llena de fantasías y mentiras, dada a oficios sin futuro,
de mucho trabajo y poca ganancia, y al uso de amuletos.
Vivió tan insatisfecho de sí mismo como cualquiera y tan aburrido de todo como de sí mismo, así que desde muy joven
se hizo a desayunar asombro cada día, almorzar extrañeza y cenar hastío.
En su árbol genealógico había una lavandera deshonrada por un noble, varios rebeldes perseguidos y hasta un plumífero
insigne pero de lengua larga y venenosa.
De niño le educaron frailes, luego herejes y nuevamente eclesiásticos. Entró en contacto con sectas poderosas,
pero nunca se integró. Pasó, como tantos, su etapa de persecución inquisitorial, pero eso sólo consiguió acrecentar el tedio
y la misantropía que ya mostraba desde niño. 

Durante años vagabundeó en un carromato de farsa, disfrazado de cómico ambulante, luego obtuvo efímeras y falaces
sinecuras en la corte, que le hicieron -aún más- ajeno a las gentes y a sí mismo.
Despilfarró su inteligencia porque nunca consiguió otra posesión o herencia que despilfarrar.
Cuentan que fue discreto en el amor y en la guerra; así que unos le tacharon de cobarde y otros de aguerrido:
Ni unos ni otros tendrán razón.
Hace tiempo que no hay noticias suyas fidedignas. Unos dicen que cambió de nombre y volvió a la farándula,
otros que se ocultó en un monasterio; y hasta asegura alguno que le han visto en las calles de su vieja ciudad,
contando historias antiguas a quien quiera escucharle, a cambio de unas monedas.
La mayoría le da por muerto. 

De él sólo conservamos estos papeles que aparecieron en una casa abandonada, al fondo de un desvencijado
cajón de la cocina -dicen que le gustaba cocinar-. Están escritos por alguien que le conoció, o quizás por él mismo,
o ambas cosas, aunque nunca lo sabremos con certeza.



De "Sin noticias de Gato de Ursaria"

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