La Sibila
Podría haberme advertido el maldito dios de la razón
que no me sería dada la juventud para la eternidad
adiviné tanto en su nombre que podría haberse dado la molestia,
pero me dio 9 vidas consecutivas de 110 años cada una
y no me dejó con ellas la ternura que me conoció en el principio
cuando yo sostenía entre mis pechos sus atributos
cuando él todavía era dios sobre la tierra
hoy apenas recuerdo cómo era
cómo alcanzaba a los ciervos con sólo sus ojos que devenían flechas
cómo tornaba ambrosía el agua de sus manos,
de él apenas me queda la burla, mi odio y su don.
Soy la Sibila de Cumas,
famosa por recibir al piadoso de Eneas
aquel que debía bajar a los infiernos
y temía de Hades, temía tentarse
ven para acá, preciosa semilla de futuros asentamientos humanos
yo te ayudaré. Tenía el cabello ensortijado mi titán adolescente
y la sed del que bajará a los eternos fuegos.
Le di yerbas que debía quemar en su momento invocando al dios
y un mapa, el mapa de los infiernos.
Soy la Sibila de Cumas,
la misma que se encerró 180 días a escribir
180 días acompañada solamente por alacranes y espejos
éramos yo y el insecto, su veneno, la fiebre y la escritura,
fueron 9 libros como 9 visiones de la materia
o la sombra que proyecta la materia
el sentido con que la nombra el humano, escribí
todo lo que fuera la materia actuando el espíritu sobre las cosas.
Entonces me fui a Roma, reinaba uno al que llamaban El Soberbio
pensé soberbio comprador de los libros síbilinos
-Traigo nueve joyas de la profecía
-¿para qué me servirán, mujer?
-serán el esplendor que le falta al conocimiento en tu reino
-no es suficiente
Hay quienes me critican por haberme acriminado contra mi propia obra
pero el rey no quiso mirarme, despreció mi talento
por su culpa serán sólo pavesas
los secretos que habrían sido su única luz
y frente a la fastuosidad de su mansión romana
hice un hoguera con mis visiones,
los tres primeros libros no pudieron salvarlos
ni siquiera las lágrimas de los sabios
y los segundos tres tampoco pues ya estaba convencida
de querer darle hijos al emperador.
Entonces abrió su puerta y me acomodé en su corazón.
Hijos no tuvimos, es que las sibilas tenemos estéril el vientre
en compensación por la fecundidad de nuestro ojo,
Casandra tuvo gemelos porque a ella nadie le creía.
En todo caso, con el dinero en mis arcas me fui tras un filósofo
no era gran cosa pero era libre.
Así fue como entre tanto triunfo consagrado a Apolo
me fui olvidando del presagio.
Ahora pienso que tal vez mis amistades venusinas pusieron celoso al dios
y empezaron las palabras del augur a darse calladas,
me confundí por amor; adiviné concentrada sólo en mi propio calor,
olvidé el fuego consagrado a la deidad, la luz del consultante,
me enredé en mi ombligo, esa es la verdad.
Un día apareció Apolo y me ofreció ser inmortal
lo que dure el mundo dije embriagada por la vida terrenal.
Se fue el maldito dios dejándome la inmortalidad goteando entre mis piernas,
pero olvidé pedir la juventud.
El resto de la historia es esta jaula, el paso lento de los siglos
esta como cucaracha seca o este mustio pájaro
que antaño fuera arúspice de Apolo y por naturaleza
todavía prevé pero ya no predice nada.
Si he visto despeñarse a los dioses, a la morada de los dioses
al retazo del dios solitario que se estaba manteniendo
y una tras otras las lenguas que se van secando
y una tras otra las pieles que se fueron confundiendo.
Si he visto desaparecer lo conocido y conocer lo que será desaparecido
no me preguntéis entonces ¡niños malcriados! qué es lo que deseo
pues
lo único que siempre oiréis será:
Morir,
morir.
De: Míticas contemporáneas
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