Es
cuando golfos y bahías de sangre,
coagulados de astros difuntos y vengativos,
inundan los sueños.
coagulados de astros difuntos y vengativos,
inundan los sueños.
Cuando
golfos y bahías de sangre
atropellan la navegación de los lechos
y a la diestra del mundo muere olvidado un ángel.
atropellan la navegación de los lechos
y a la diestra del mundo muere olvidado un ángel.
Cuando
saben a azufre los vientos
y las bocas nocturnas a hueso, vidrio y alambre.
Oídme.
y las bocas nocturnas a hueso, vidrio y alambre.
Oídme.
Yo no
sabía que las puertas cambiaban de sitio,
que las almas podían ruborizarse de sus cuerpos,
ni que al final de un túnel la luz traía la muerte.
que las almas podían ruborizarse de sus cuerpos,
ni que al final de un túnel la luz traía la muerte.
Oídme
aún.
Quieren
huir los que duermen.
Pero esas tumbas del mar no son fijas,
esas tumbas que se abren por abandono y cansancio del cielo no son estables,
y las albas tropiezan con rostros desfigurados.
Pero esas tumbas del mar no son fijas,
esas tumbas que se abren por abandono y cansancio del cielo no son estables,
y las albas tropiezan con rostros desfigurados.
Oíd
aún. Más todavía.
Hay
noches en que las horas se hacen de piedra en los espacios,
en las venas no andan
y los silencios yerguen siglos y dioses futuros.
en las venas no andan
y los silencios yerguen siglos y dioses futuros.
Un
relámpago baraja las lenguas y trastorna las palabras.
Pensad en las esferas derruidas,
en las órbitas secas de los hombres deshabitados,
en los milenios mudos.
Pensad en las esferas derruidas,
en las órbitas secas de los hombres deshabitados,
en los milenios mudos.
Más,
más todavía. Oídme.
Se ve
que los cuerpos no están en donde estaban,
que la luna se enfría de ser mirada
y que el llanto de un niño deforma las constelaciones.
que la luna se enfría de ser mirada
y que el llanto de un niño deforma las constelaciones.
Cielos
enmohecidos nos oxidan las frentes desiertas,
donde cada minuto sepulta su cadáver sin nombre.
donde cada minuto sepulta su cadáver sin nombre.
Oídme,
oídme por último.
Porque
siempre hay un último posterior a la caída de los páramos,
al advenimiento del frío en los sueños que se descuidan,
a los derrumbos de la muerte sobre el esqueleto de la nada.
al advenimiento del frío en los sueños que se descuidan,
a los derrumbos de la muerte sobre el esqueleto de la nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario