sábado, 5 de diciembre de 2015

EDUARDO CASAR




Estatura de estatua



Mi estatua va cambiando con el tiempo.
Poco a poco y sin que nadie sepa
ni le lleve la cuenta
como que ha ido variando ciertas posiciones,
ciertos ángulos nórdicos, cierto pliegue invisible.
Hace ya unos veinte años
cambió el peso del cuerpo
de una pierna a la otra,
pero lo hizo de noche y hasta estaba lloviendo,
y nadie se dio cuenta: al otro día, cuando el agua se seca,
muchas cosas, nosotros, ya no somos los mismos,
hasta las plantas crecen y miran hacia arriba
cuando el agua se seca. Hay incluso personas
que miran hacia arriba.
Y es que a mi estatua el frío
le tiene sin cuidado. El aire le hace
lo que el viento le hace
a la estatua de Juárez, que está cerca.
Mi estatua ha visto niños que ya tuvieron hijos
y que ya se extinguieron.
Cada milímetro chico de segundo
mi estatua está cambiando. Para el canal de hormigas
sí resulta un problema, pero tú dime a quién
le importan las hormigas: no son osos polares,
no son pandas.
Cuando los zopilotes sean de hierro forjado
mi estatua empezará apenas a intentar preocuparse. ~



No hay comentarios:

Publicar un comentario