Estatura
de estatua
Mi
estatua va cambiando con el tiempo.
Poco
a poco y sin que nadie sepa
ni
le lleve la cuenta
como
que ha ido variando ciertas posiciones,
ciertos
ángulos nórdicos, cierto pliegue invisible.
Hace
ya unos veinte años
cambió
el peso del cuerpo
de
una pierna a la otra,
pero
lo hizo de noche y hasta estaba lloviendo,
y
nadie se dio cuenta: al otro día, cuando el agua se seca,
muchas
cosas, nosotros, ya no somos los mismos,
hasta
las plantas crecen y miran hacia arriba
cuando
el agua se seca. Hay incluso personas
que
miran hacia arriba.
Y
es que a mi estatua el frío
le
tiene sin cuidado. El aire le hace
lo
que el viento le hace
a
la estatua de Juárez, que está cerca.
Mi
estatua ha visto niños que ya tuvieron hijos
y
que ya se extinguieron.
Cada
milímetro chico de segundo
mi
estatua está cambiando. Para el canal de hormigas
sí
resulta un problema, pero tú dime a quién
le
importan las hormigas: no son osos polares,
no
son pandas.
Cuando
los zopilotes sean de hierro forjado
mi
estatua empezará apenas a intentar preocuparse. ~
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