Un
rincón para quedarse
Ya no
requieras, María,
el
alma de las cosas desprovistas,
que
no son más que huesos de esta casa muerta.
No
busques el vacío de tu cuerpo en las paredes
que
no saben de ti
que
por ti no preguntan;
ni
tampoco cicatrices en el aire
de
azul embalsamado
que
sólo está aquí como prueba de un cielo abolido.
El
paisaje es todo lo que ves,
pero
que no sabe que existes,
así
como estas cosas que nada contarán de ti,
de
tus heridas.
Acuérdate
María,
que
tu eres la casa y las paredes
que
viniste a derrumbar
y que
la infancia es territorio
en
que el espanto anhela
no sé
qué oscuro rincón para quedarse.
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