domingo, 15 de mayo de 2016

ROSSANA ARELLANO




Himno a la mujer poeta



Que no exhale tu voz ante la herida,
Que no asfixie el anillo del dolor
Y los monstruos de piedra precipiten
Derrotados ante tu feroz valor.

Que en el cielo
Los surcos van marcados
Con semillas de infinito amor.

Endurece el pellejo ante la muerte
Y en el nombre del hijo saca fuerzas
A través de los siglos, redención.

Iza velas al viento del futuro
Rapa el sueño de la dificultad
Porque aturde la aurora de esperanza.

Que no embriague el afecto tu camino
Pero si en el amor pernoctarás
Porque en nombre del padre descendiste.

Leva el ancla y navega la belleza
Enfrentando con tesón tu realidad
Y conduce la nao a lo profundo
solo allí hallarás la gran verdad.

Que no exhale tu voz ante la herida,
Que no asfixie el anillo del dolor
Y los monstruos de piedra precipiten
Derrotados ante tu feroz valor.

Se consagre el azul de la pupila
Cielo y mar en racimo hacia tu mano
Como guía liberta en toda rada
Sin delirio de hermana ligadura
Ni el auxilio mortal de lo terreno.

Si persiste cadena hacia tu planta
Azuzando la insensible lógica
Aligera el ritmo a lo divino
Y arremete el eslabón de la cordura
Con recelo furioso de ese acero.

Que no exhale tu voz ante la herida,
Que no asfixie el anillo del dolor
Y los monstruos de piedra precipiten
Derrotados ante tu feroz valor.

No te duermas al vuelo de las aves
Y cercena el pensamiento indigno
Cuando flote tu nave en buenos vientos.

Brinda incluso a la ponzoña tu alimento
Que el andar vencedor y su halo áureo
Desembarca en conciencias de la culpa,
Dando alivio al gemido con su aliento.

Prometida a los cielos por esposa
Ya las fauces oscuras no te alcanzan
Ni siquiera cruel postura de las piedras.

Que no exhale tu voz ante la herida,
Que no asfixie el anillo del dolor
Y los monstruos de piedra precipiten
Derrotados ante tu feroz valor.

Puedo ver tu rostro novia eterna
Y la mano del cobarde sometida
Insepulta vagando los confines.

Residente como hija del Dios H
Declararán día festivo el de tu ascenso
Resolviendo así el instante de la dicha.

Inmortal como el beso que conmueve
Y se cuelga del labio cual zarcillo
Dando a luz la palabra de tu boca.

Que no exhale tu voz ante la herida,
Que no asfixie el anillo del dolor
Y los monstruos de piedra precipiten
Derrotados ante tu feroz valor.






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