sábado, 13 de agosto de 2016

JOSÉ LANDA




Como en aquella fábula 



Como en aquella fábula de Poe,
      hay un hombre sentado en una roca, y el diablo
no aparece.
      Junto al Mozomboa que serpentea como si fuese
el tiempo y fluye entre platanares y cañas libres de cultivo,
      hay un hombre sentado en una roca.
      El agua calla cuanto sabe su mirada y lo guarda
en su propia hondura.
      Los arbustos ni reflexionan acerca de la eternidad
ni hablan otro lenguaje que no sea el de los anfibios.
      No viene un solo rayo a iluminar el rumoroso fluir
de la madrugada entre las ondas del Mozomboa.
      El hombre continúa sentado en esa roca,
      acaso se pregunte que diantre sea el silencio,
      o la duda, o el caos, o acaso no se pregunte nada,
      tal vez mire el futuro como el negro reverso de los
      montes,
      tal vez algún sonido le trajo a la memoria
ciertas cosas abstractas, ciertos olvidos de otros años,
      ciertas contradicciones. 
      Pero no hay un indicio de preocupación
en ese fragmento de paisaje demasiado tranquilo.
      La sombra de alguien a punto de morir siente
Estas imágenes como síntesis de sus días pasados
que, absortos, se difuminan en la superficie
clarísima del Mozomboa,
      no hay nada más complejo –en realidad no hay
nada complejo–, es sólo el callar de la contemplación.
      El hombre desaparece de la roca, y un  Pájaro
–el vacío– viene a posarse en ella en tanto mira los círculos
y los círculos y los círculos al caer de un insecto
sobre el agua.



1 comentario:

  1. Cuántos hombres y mujeres, se habrán sentado en una roca a orillas del río Mozomboa, a meditar en lo complejo...
    Me encanta este poeta.

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