Como
en aquella fábula
Como
en aquella fábula de Poe,
hay un hombre sentado en una roca, y el
diablo
no
aparece.
Junto al Mozomboa que serpentea como si
fuese
el
tiempo y fluye entre platanares y cañas libres de cultivo,
hay un hombre sentado en una roca.
El agua calla cuanto sabe su mirada y lo
guarda
en su
propia hondura.
Los arbustos ni reflexionan acerca de la
eternidad
ni
hablan otro lenguaje que no sea el de los anfibios.
No viene un solo rayo a iluminar el
rumoroso fluir
de la
madrugada entre las ondas del Mozomboa.
El hombre continúa sentado en esa roca,
acaso se pregunte que diantre sea el
silencio,
o la duda, o el caos, o acaso no se
pregunte nada,
tal vez mire el futuro como el negro
reverso de los
montes,
tal
vez algún sonido le trajo a la memoria
ciertas
cosas abstractas, ciertos olvidos de otros años,
ciertas contradicciones.
Pero no hay un indicio de preocupación
en
ese fragmento de paisaje demasiado tranquilo.
La sombra de alguien a punto de morir
siente
Estas
imágenes como síntesis de sus días pasados
que,
absortos, se difuminan en la superficie
clarísima
del Mozomboa,
no hay nada más complejo –en realidad no
hay
nada
complejo–, es sólo el callar de la contemplación.
El hombre desaparece de la roca, y un Pájaro
–el
vacío– viene a posarse en ella en tanto mira los círculos
y los
círculos y los círculos al caer de un insecto
sobre
el agua.
Cuántos hombres y mujeres, se habrán sentado en una roca a orillas del río Mozomboa, a meditar en lo complejo...
ResponderEliminarMe encanta este poeta.