López
Selección
Carga
contra el olvido en cada copa,
bebe
para recordar que bebe,
para
tener un recuerdo cierto,
lo
que dura su brillo en las pupilas.
Nunca es tarde
cuando la desdicha es buena.
Ríe.
Alguna vez trabajó en algo,
alguna
vez gozó en su propia cama. Me dice:
la mujer empuja y el hombre está en llanta.
Amargo,
Epicuro emerge del alcohol.
No
hay bares en el barrio ahora,
se
fueron los valientes Caballeros
de la Botella, maestros de bota
y damajuana.
Se
fueron a otros bordes,
con
caballos y potreros
y la
virginidad perdida
de
las muchachas.
Ellas
consumaron su primer ardor
y se
fueron,
lo
dejaron pagando
su
ración de vino malo.
Ya no
hay códigos de silencioso
brillo
ni cuchillos de temple criollo,
esos
que entran en la carne
y
sacian la sed, mirando escapar
la
sangre ajena, la sangre
de un
traidor por ejemplo.
No hay más bares, me dice,
tetra
en mano, un tigre viejo, esperando
que
le devuelva un gesto
de
complicidad y me vaya,
esperando
que pase el tren,
aquí,
donde no quedan ni las vías.
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