jueves, 25 de mayo de 2017

EUGENIO MONTALE



  
El sueño del prisionero



Albas y noches se distinguen aquí por pocos indicios.

El zig-zag de los estorninos sobre las almenas
en días de batalla, mis únicas alas;
un filo de aire polar
el ojo del carcelero en la mirilla;
crac de nueces aplastadas, un aceitoso
chisporroteo desde las cavas, asados
reales o supuestos –pero la paja es oro,
la rojiza linterna es el hogar
si durmiendo me imagino a tus pies.

La purga data desde siempre, sin un porqué.
Dicen que quien abjura y accede
puede salvarse de esta matanza de ocas;
que quien se injuria a sí mismo, pero traiciona
y vende carne de otros, se sirve con el cucharón
en vez de terminar en el paté
destinado a los dioses pestilenciales.

Tardo de entendimiento, llagado
por la punzante yacija, me he confundido
con el vuelo de la polilla que machaca
mi suela contra el suelo de ladrillos,
con los cambiantes kimonos de las luces
expuestas en la aurora de los torreones;
he husmeado en el viento la chamusquina
de las rosquillas en el horno,
me he mirado a mi alrededor, he suscitado
iris en horizontes de telarañas
y pétalos en el armazón de las rejas;
me he levantado, he vuelto a caer
en el fondo, donde el siglo es el minuto

–los pasos y los golpes se repiten,
y aún ignoro si estaré en el festín
como embutidor o embutido. Larga es la espera.
Mi sueño de ti no ha terminado


De: “La tormenta y lo demás”



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