jueves, 21 de septiembre de 2017

MANUEL BECERRA




Te han tocado
los colmenares silentes de la desdicha, trágico Abel,
y los han destinado a estar
en el suave lagrimeo de estos días.
Aún los escuchamos y nos enamoramos
de los zumbidos,
nos montamos en esos aleteos como trenes
y en las ganas de cercenar a los hombres,
ganas de sacar filo al arco de la viola
y abrir con amor la garganta del prójimo,
pero alguien (tal vez una bellísima hija de Dios)
ya le ha tajado el lomo a la bestia,
le ha quitado la quijada, de nuevo,
nos la ha dejado caer en el corazón, de nuevo,
y nos ha dado la muerte, otra vez.




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