Breve historia de mi vida
Comando
soldados.
Y les
he dicho acerca del peligro
de
esconder las armas
bajo
las ojeras.
Ellos
no están de acuerdo.
Y como
están todo el tiempo discutiendo
siempre
traen perdida la batalla.
Uno ya
no puede valerse de nadie.
Yo no
puedo estar en todo;
para
eso pago cada gota de sangre
que se
derrama en el infierno.
En el
invierno, debo dedicarme
a
oxidar uno que otro sepulcro.
Y en
primavera, construyo diques
destinados
a los naufragios.
Así es, en fin…
Las
cuatro estaciones del año
no me
contemplan, sino trabajando.
Enhebro agujas
para
que las viudas jóvenes
cierren
los ojos de sus maridos,
y
desperdicio minutos, atisbando
a la
entrada de una flor de espliego
de una
simple abeja,
para
separarla en dos,
y verla
desplazarse:
la
cabeza hacia el sur
y el
abdomen hacia la cordillera.
Así es
como el
día de Pascua de Resurrección
me
encuentra fatigada,
y sin
la sombra habitual
que nos
hace tan humanos
al
decir de la gente.
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