jueves, 26 de octubre de 2017

DANIEL ULLOA



  
Epílogo



Más que a la muerte, temo a los poemas que escribí,
la muerte es eficaz y conoce bien su trabajo,
no le tiembla el pulso ni se enreda en sentimentalismos.

Por mi parte,
ya hice una hoguera de papeles que me avergonzaban
y sé muy bien que no fue suficiente.

Lo único bello que encuentro en mi vida
es al gato pardo que he nombrado Neruda,
siempre está ahí durmiendo,
desentendido sobre mis cosas
y mi vértigo espiritual de ninguna manera le inquieta,
mucho menos el inoportuno odio de Aurelia,
quien me acusa de cosificarla,
de reducirla a un coño,
a una golondrina,
a un atardecer, que lento ante mis ojos
muere,
a estos versos
donde, por primera vez,
intenté la ternura.
Me acusa de ocultarme tras un silencio estúpido
e inútil
que tan sólo amplifica mi inmadurez
y pone en evidencia
lo lejos que estoy de vislumbrar
el alma femenina.

Neruda tirado ahí,
es pura elegancia y cuerpo en paz.

Tonto yo que envidio su dormir despreocupado,
tonto yo que me valgo de él
para terminar esta tontería de poema,
si es que a esta tontería puédasele tomar por literatura
o por simple cansancio mortal.




No hay comentarios:

Publicar un comentario