V
Ahora,
en esta hora en la que yaces
brillante,
horadado y febril,
en
medio de esta ri dí cu la asepsia
no te
acaricio porque no te reconozco.
Los
médicos dicen que eres tú,
que
eres tú de treinta y nueve años
que
eres tú zanahoria
que
eres tú neumónico
que
eres tú hidroce¿fálico?
que
eres tú mórbido.
Pero a
mis manos
―insoportablemente
viudas―
no las
inunda tu espuma
ni
las abrasa tu incendio,
y se
niegan a ser sudario
para
ese cuerpo
que ya
no te pertenece.
De: “Crónicas de hospital”
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