sábado, 18 de noviembre de 2017

JULIÁN HERBERT




Delitos contra la salud


Festín o circunstancia 



Como hace varios años que no logro dormirme,
me convertí en la noche que conocí en los libros.
Largos tramos de luna sobre rocas pulidas
y afluentes que se engastan en caracteres chinos.
La mirada de Uther en el talle de Igraine
profetizándole la muerte al duque de Cornualles–
y con ello vergüenza, guerra y blasones, triacas
de láudano que anieblan el insomnio.
Vino ático, cerveza nórdica,
vestimentas ganadas en un juego de azar.
Música de laúd, ángeles en el sueño,
sobrecitos de droga debajo de la mesa
que van de mano en mano.

Amanece y estoy muerto.
Me llevan por las calles como a una zalea,
enturbio los palacios, me duele la cabeza,
estoy gordo de miedo.

Cuando vuelve la noche vuelven mis pesadillas
y me siento feliz:
siluetas homicidas en espera del rey,
túneles que unen cárceles y mares,
codornices rellenas, sexo oral
en los baños del banquete,
Salomé y la cabeza de San Juan.

Frisos de plomo que envilecen las tertulias
de la mente. Fecunda periferia,
suicida rosa mística, núbil oscuridad.
Festín
o circunstancia.


El corazón del sábado en la noche
(Tom Waits bebe con Li Po)
El viento baja del bosque. La luz del bulevar
baila como una vela en el pretil de una ventana.
Cielo tibio. Las montañas forman una corona
alrededor de nosotros. Alguien habla de futbol
entre el llano dormido del estacionamiento
y los gritos que salen a la puerta del bar.
Por la barra, las luces de colores
saltan vasos vacíos,
como en un juego de damas chinas.
La música es un río tembloroso de estrellas.
Una botella de vodka
hace más transparente la luna.


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