Cásida
LXII
¡Ay,
noche! que pasamos gozando del vino
hasta
que apareció la fuerza de la aurora sobre la noche
y
llegaron los luceros del alba hiriendo las tinieblas;
los
astros nocturnos huyeron, dejando a la noche vencida.
Habíamos
gozado los más exquisitos placeres
sin
pena de aflicción, ni molestia de estorbo.
Si
hubiera durado, mi gozo hubiera sido eterno,
pero
noches de la unión han de ser siempre cortas.
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