El olor a medicina de
mi madre
nos
despertaba en las mañanas.
Paseaba
enferma junto a la luz del día.
Jamás
pudo con sus dolores de cabeza,
los
recuerdos le estallaban dentro;
la
oíamos dolerse,
su
frente era un madero
al que
la enfermedad golpeaba con un hacha.
La casa
siempre fue el hospital
al que
nadie iba a visitarla,
el
lugar donde perdían la esperanza
sus
heladas manos.
No era
el olor de su comida,
era el
olor de sus medicinas el que había en casa.
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