sábado, 24 de marzo de 2018

DANIEL MIRANDA TERRÉS





El olor a medicina de mi madre
nos despertaba en las mañanas.

Paseaba enferma junto a la luz del día.
Jamás pudo con sus dolores de cabeza,
los recuerdos le estallaban dentro;
la oíamos dolerse,
su frente era un madero
al que la enfermedad golpeaba con un hacha.

La casa siempre fue el hospital
al que nadie iba a visitarla,
el lugar donde perdían la esperanza
sus heladas manos.

No era el olor de su comida,
era el olor de sus medicinas el que había en casa.



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