Crimen perfecto
Qué
bueno que por sólo una vez me enamoré de una
[poetisa.
Nos
llevamos bien en todo
—la
cama, las aficiones, el odio por los niños—
pero no
en un punto neurálgico:
nuestro
perverso afán de pergeñar poemas.
Aquí
nos hallábamos arrojados a una inmisericorde y
[furiosa competencia.
En los
juegos florales de dos
donde sin cesar interveníamos
a veces
ganaba uno a veces otro
pero
siempre obtenía el primer lugar
la
envidia —como ojerosa trizteza
por el
bien ajeno.
Entregados
a competencia feroz
vivíamos
con el sueño de que la justicia coronara al
[más apto.
Ay de
nosotros acabamos por ser
como
Caín y Abel metidos a portaliras.
No
podíamos tratar el mismo tema
—por
ejemplo el lagrimear matutino de la flor
o el
roncar genocida del caudillo—
porque
dando periplos en una tierra movediza
nos
acusábamos de plagiarios de salteadores
a mano
armada por las plumas amenazantes 48
delincuentes
líricos
o
robachicos de haikús.
Después
de una escena de mordiscos
patadas y arañazos
—en que
ella sembró en mis brazos
una
promisoria cosecha de cicatrices
y yo en
las uñas logré quedarme
con
todas sus pestañas—
llegamos
a un convenio
firmado
con nuestra propia sangre:
de
plano nos dividimos el planeta.
Los
temas de lo mineral y lo vegetal me correspondían
los
de lo animal y lo humano a ella.
El agua
y la tierra a mí.
El
fuego y el aire a ella.
Y guay
de las infracciones
el olvido de promesas
o
pasarse el rojo de un semáforo.
Si ella
pongamos un ejemplo
en vez
de hacer un poema sobre el fuego
lo
hacía rebelándose sobre el agua
yo me
ofendía
decía
que no había el menor culebreo de belleza
en su
grotesco material
me
enfriaba frente a su inspiración y su poesía
y le
aplicaba durante horas
la ley
del hielo.
Por
fortuna y cuando menos lo esperaba 49
ella
llegó a un tema permitido: su última respiración.
Además
–el crimen perfecto implicó
un
enterramiento perfecto–
la
sepulté en mí mismo. Por eso ahora
que
escribo a dos voces
en
canon
y en lengua viperina
la
reiterada presencia
de la
paradoja en mis escritos me hace pensar
en que
en mi interior continúo la lucha a las vencidas
con mi
musa.
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