Confidencias de un árbol
Para Marcela Briz
Cansado
de que el viento me sacudiera con iracundia
de que
se enseñoreara sobre mí
decidí una madrugada
soltar
deliberadamente una de mis hojas.
Llevé todas mis energías
mi coraje
mi savia
hacia el ramaje.
Y me
deshice de una hoja verde y puntiaguda.
En
realidad acabé por sacudírmela
después de un gran esfuerzo.
Nadie
fue testigo de la proeza.
El
viento atravesaba entre mis ramas en ese mismo
instante
y como
desprendió varias de mis hojas
nadie
podría haberlo imaginado
en el caso de haberlo visto
que una
de ellas
entre las doce que perdí ese día
encarnaba
muy
verde aún
la
forma primera de mi libre arbitrio.
Decidí
descansar, reponer mi fuerza
tener frías, muy frías las sienes
meditar
mi hazaña:
me sentí frente a los otros árboles
como el
ángel que aletea orgullosamente
su
diferencia con los hombres.
Pero al
paso del tiempo
sentí
la necesidad de obsequiarle a la botánica
con una
nueva toma de decisión
otra
avería.
Fue ya
en la primavera.
Mis
ramas se doblegaban de tan llenas de flores.
Mas
advertí que entre una flor y otra en una de mis ramas 46
había
una distancia grande
un
sitio desaprovechado.
Y me puse a pujar y pujar
hasta que de repente me brotó
una pequeña flor
más pura
blanca
y tierna
que las otras.
Mi
felicidad fue mayúscula
y se
llenó de gozo el corazón
si se
puede hablar de corazón
en un
ser que nunca se ha excitado
ni con
las caricias eróticas del viento.
No soy
me dije
un
árbol al que le acaecen flores
sino
que decide flores.
Los
pasos siguientes fueron más sencillos.
Que se
me ocurría crecer por ejemplo.
Me concentraba.
Pensaba en las nubes
y conquistaba uno o dos centímetros.
En la
noche cuando no había ningún curioso
creaba frutos
los destruía
me los pasaba de una rama a otra.
Y hasta descubrí la manera
de hincarles el diente.
Llegó
el momento
en que
todo o casi todo
era
producto de mi libertad
de mi opción
o de mi juego.
Soy un
árbol que ha creado
su tronco 47
su ramaje
su clorofila
sus nidos
sus aves
sus gorjeos
y su sombra.
Pero
nadie lo advierte porque
si
decido crecer
se piensa
que la germinación me obliga a ello.
Si opto por florecer
por
repujar mis ramas de pequeñísimos milagros
que la botánica es la responsable.
Aún más.
Creo
que cuando tome mi principal decisión
no
dejará de haber un leñador a mi vera
que hacha en mano
haga pensar a todos
que fui
vulgarmente derribado
y no que
hambriento
de rumbos
concentré
mis fuerzas
apreté
los músculos
y di
mi
primer paso.
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