miércoles, 30 de mayo de 2018

ALFREDO R. PLACENCIA





El mal turiferario



He salido, a la postre, muy mal turiferario.
Culpa fue de mi casa que no tuvo costumbre
ni de quemar incienso, ni de avivar la lumbre,
ni de andar de rodillas más de lo necesario.

Por eso chasqueó el látigo sobre la espalda mía,
y perdí para siempre la quietud de mi Valle,
y salí sentenciado a pasar todo el día
azotando la calle…

Se me doró la jaula por dorarme el castigo.
Yo me abrazo al oprobio de mi jaula y me digo:
"¿Qué adelanto con eso...?"
Aunque tenga la cárcel el varillaje de oro,
¿no será verdad siempre que está el pájaro preso…?
Me hace falta mi Valle, mi silencio que adoro
y aquel mi desamparo que iba siempre conmigo…
Me hace falta todo eso.
¡Al cabo era mi amigo…!

Mas, no extraño esta pena.
Hallo hasta necesario
el cúmulo de enormes desastres que me pasa.
Jamás supe de lumbre, nunca usé el incensario
ni nadie, que yo sepa, lo acostumbró en mi casa

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

No salgo del asombro en que caí.
¡Oh estupendo
horadar de la gota que siempre está cayendo…!


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