Versos de madre
3 (no
hubo en ella saber)
Una
foto espléndida la muestra con su pequeña hija en la Plaza de Mayo,
o en la
del Congreso,
sentada
en el césped bajo su sombrero o capelina.
Amigos,
rodeada de palomas. Todo el sol, allí;
pero
una sonrisa que no sabe ponerse lejos.
El
saber es cosa de gente educada.
Y hay
gente que no se puede educar. Todo está armado
—al
Este y al Oeste—
para
que la culpa se cierna sobre ellos:
peste
de D’Amicis:
los
cómicos sin humor seguirán hablando eternamente de las madres judías
y no de
los capítulos de Corazón, por
los que todas las madres
terminan
siendo la madre de Franti: un sabandija, ella una santa estragada.
Medio
siglo después, el payador hubiera podido ubicar junto al D’Amicis,
en la
biblioteca encortinada de todo payador,
un
Barthes,
por el
que todas las Madres de Escritor son siempre unas Pequeñas Niñas.
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