viernes, 13 de julio de 2018

GUSTAVO OSORIO DE ITA





Soledad y ocaso



I

Tiempo después,
campeón del mundo y
cargado en hombros,
se le vio sonriente
en fiestas públicas y televisión.

Parecía feliz.

Para sí
lloraba de tristeza,
de rabia enconada,
pues en la cima
más gallo que cualquiera
no se le dio nunca un contrincante
tan perro e iracundo
como su sombra.


II

No me pidas muerte,
solo quiero un día más.
Quiero morir como he vivido:
mañana, sobre la lona y a golpes.
Por favor no me encuentres aquí
desnudo y encima de ella,
no me fulmines de un infarto.
Así no.


III

Sentí después mis puños derribarlo todo
y mis pies ligeros bailando.
Escuché los gritos y mi aliento
que silbaba tranquilo.
Vi sus ojos con miedo y mi guante levantado

Fuí enorme.

Así todos los sueños
con la cabeza tendida en la lona
suelen ser blandos.


IV

Haré un cálamo de
mis puños voladores
a su rostro y torso
cuando coro de mi nombre,
en la tribuna que imagino
llegará algún viernes,
se levante.

Hoy danzo en las sombras.


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