sábado, 4 de agosto de 2018

EDGAR MATA





Canibalezcamente



Conocí tu vientre una tarde calurosa
mientras centraba la noche en el esquinero de mi lujuria
y
decidí
cenarte
con el aderezo de cuatro o cinco pecados capitales
de ésos que guardo como imposibles.
Tu vientre fue un escapulario
colgado en mi sueño
y escribí mi nombre en él
y platiqué de encantos, oh Gomorra femenina, sin temor
a convertirme en sal.
Conocí tu vientre y no pido perdón
porque prefiero la condena al oprobio
del ostracismo de tu piel,
por si llegase a perder un centímetro de tu ombligo
y preñarme de tu preñez miles de veces
Conocí tu vientre, y al devorarlo,
una vez reducido a nada en mí, dentrísimo mío,
querida
no hubo nada mejor que hacer.


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