domingo, 7 de octubre de 2018

FABIÁN RIVERA




  
Para un altar en llamas



La niña de las latas se divertía y capturaba cucarachas,
arrancaba minuciosa cada antena,
las mandaba al otro mundo machacándoles el vientre con las uñas:
esa niña vendía en mil esquinas flores burdas de arrabales,
se halló mujer tan pronto en las generosas lecciones de su padre,
y confundidas entre el polvo y los ladridos,
jamás sus lágrimas cayeron:
ahhh pequeña de los ojos amarillos y vidriosos,
ahhh pequeña cara vieja y cuerpo amoratado,
no te culpes si mis manos conocieron tus caminos,
no te culpes por no saber andar entre mis calles:
te escribo porque me recuerdas a árboles paréntesis,
te escribo al no entender el agua triste de tus ojos,
tú que sonreías al beber de un río distinto
al que la vida te propone:
ahora comprendo que tu cuerpo no es más que burocracia,
que tu cuerpo no es más que un banco devorado en la quincena
recostada en el turbio regazo de una llama que lamía,
crepitante, aquel sueño que solo la tarde revelaba:



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