sábado, 20 de octubre de 2018

LEOPOLDO AYALA





Te amo



Por ti.
Como si parte de mi trabajo no fuera amarte
y descansara
y mi viejo rostro hace ya tiempo
no acariciara tu nombre.
Como si a este gastado rostro mío de siempre
no se le devolvieran y le cerraran los rostros.

Por ti.
Como si mi cuerpo de tanto sentir la dirección de tu cuerpo
olvidara la distancia que hubo entre otros cuerpos
espacio dea cero por el que fueron separados de la vida.

1972 Aquí
hace difícil amarse como todo el mundo.

Amor mío. Compañera. Mujer mía
esposa mía.
Te amo como el hambre, como la sed
como el orden de mis manos;
porque voy, por el sonido de mi voz.
Te amo como la lástima con que mira un obrero
el último pan de la mesa
que ninguno de la familia se atreve a coger
y que él dice: anden, coman.

Te amo como recuerdo mi niñez
y las palabras no acabadas de mis compañeros
contra el pavimento
sus últimas palabras
y los 310 genocidas que integraron el batallón Olimpia
la tarde de Tlatelolco
y los zapatos apretados
y la desnudez de sus cuerpos estirados en las charolas de lámina
de los frigoríficos
y porque estoy frente al amor
por ti
lamiendo su sombra demasiadamente.
Tu amor.

Te amos de rodillas, con terror
como un hombrecillo que muerde el nombre
o los hechos
y lo visto;
un hombrecillo recargado en la vida,
rezumando en su brazo y sus palabras
las horas fúnebres y la violencia
de sus días
pero sin cesar de exclamar y de vivir.
Yo.

Sostenme esposa, compañera
por las marchas juntos y las pancartas
por los micrófonos forjándose, y las plazas
y las movilizaciones militares mercenarias.
Por los uniformes redondos de manchones rojos
y las escaladas
y los arrasamientos campesinos
y por nuestros hijos durmiendo en sus mismas sábanas
limpias de amor y de pobreza.
Por sus sonrisas al llegarnos y su despertar de pillos
por mi camisa y mi pantalón negro
y mi bufanda triste para no estallar mi garganta.
Siénteme esposa, compañera.

Reconóceme.
Por los días de hacer el amor y respondernos la sangre.
Por el primer surco abierto el primer día.
Por tu silencio como la lucha más firme y resuelta.

Por este país nuestro que nos duele a diario
como el filo de la bayoneta a 9 cm
retenido aún por mi muslo izquierdo.
Por las municiones oficiales de octubre y junio
que nos cercaron
y hallaron eco en los que sólo tenían ya un cuerpo
de mujer
de viejo
de niño.
Por esos muertos amor nuestros
por celdas, presidios, torturas y cráneos marcados.
Porque defendemos la vida y nuestra lucha.
Porque estamos ciertos de que somos un solo combatiente.
Por los días de muerte que esperan a nuestro pueblo
a nuestros hijos.
Te amo, esposa, compañera.

Acéptame de siempre.
Por las ideas, el hospital, tu arte, los gemidos de la sala de labor
los dibujos de 5 años de tu hijo
el saber que me siguen
y mi sudor de noche de encontrar el espanto en nuestra casa.
Te amo esposa, compañera.

Te amo
por tus muslos y tu espalda y tus senos
recorridos como topografía prevista para la represión.
Porque nos amamos desde antes de nuestras manos juntas
y después de nuestras tumbas por separado.
Porque te beso en cada rebelde de América
y en cada esperanza mexicana.
Te amo.

Yo te amo esposa, compañera.







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