Septiembre:
Un día,
el día
en que no me detuvieron,
en que
ni siquiera me tocaron los golpes,
porque
la ley y el orden
me
desprecian un rato
descuidados
(era de
tarde, llovía).
se
olvidaron de mí.
Era un
día en que caminé por Insurgentes y los
coches
azules
llenaban
la calle
hasta
sacarla.
Ese día
tenía
de papelitos arrugados
llenando
los bolsillos.
Si me
hubieran registrado
me
hubiera sido imposible explicarles
cómo
fueron escritos
(es
difícil explicar cosas así),
bajo
qué luz,
con
quiénes,
en qué
horas del día
repartía
mis pequeños odios con el odio grande
de los
miles que éramos.
Es
difícil explicarles a ellos.
Los
papeles del bolsillo, digo,
eran
poemas, o casi,
eran
días asustados, gastados, sonrisas repartidas como
volantes
en las
esquinas,
eran
pintas chiquitas,
casi
para mí mismo,
para
situarme en el planeta genial
que era
hoy la ciudad,
declaraciones
insólitas de mi complicidad conmigo mismo,
con lo
que estábamos haciendo.
Si
entonces ese día,
alguien
hubiera dicho
¿de
dónde han salido?;
¿quién
los hizo?
Son
subversivos, reflejan tu anarquismo, tu desconfianza
del
mundo,
tus
problemas sexuales, tu falta de tristeza, tu soledad
corrupta;
son
muestra de que eres aún adolescente, de que en el
fondo
desconfías de tí mismo.. .
yo
hubiera dicho:
ivete a
la mierda! Son sólo poemas; poemas solamente,
y
reflejan (nada refleja) todas esas cosas...y además,
todos
tenemos papeles en los bolsillos.
Pero
hoy, otro día,
si me
preguntan qué pasó con ellos,
sería
difícil explicar
explicar
que estaban por aquí,
que se
fueron por las alcantarillas mientras su autor
(corría,
que se
derritieron de sudor entre los dedos,
o que
están aquí porque los he guardado.
¿Acaso
importa? Los volvería a hacer.
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