Desayuno en Santo Domingo
Ahoga
el viento caliente
la
noche grávida de Santo Domingo.
Abrí
las ventanas para dibujar
mi
silueta irreal contra la madrugada,
soy
transparente como la espera
del
estallar del día. Austero
el desayuno,
huevo a la copa,
hirviente
el café amargo.
Y
entonces vi la exacta
pinta
carmesí sobre la yema.
En la
bahía el sol en trance
para
nacer del mar, la galladura
en el
huevo sideral.
Trago
la yema tibia
con su
promesa roja, mi parte
de sol
mientras ardo en el café instantáneo
y nazco
una mañana más
hasta
el final abrupto.
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