Voz
Para Fernando Gómez
Pintel
En la
roja mordida del viento,
en la arista que punza las yemas,
en la sangre vertida,
en la entraña aromada de incienso,
en el dulce tósigo hirviente,
en el pétalo, en la savia, en la cruel amapola.
En el ritmo que prende furioso,
en el lánguido hablar del oboe,
en el gozo, en el llanto, en el fuete certero,
en el bosque incendiado
llega, palpitante, hambrienta,
la voz que se cuela en el cuerpo,
que inunda memoria y sentidos,
que escuece caminos, que duele.
Que es un enjambre de peces lejanos,
que es parte del aire y la piel y los ojos.
La lengua espera su acero,
el oído pena por ella, muere apartado
de esa voz lejana y dulce,
en tuétano metida.
en la arista que punza las yemas,
en la sangre vertida,
en la entraña aromada de incienso,
en el dulce tósigo hirviente,
en el pétalo, en la savia, en la cruel amapola.
En el ritmo que prende furioso,
en el lánguido hablar del oboe,
en el gozo, en el llanto, en el fuete certero,
en el bosque incendiado
llega, palpitante, hambrienta,
la voz que se cuela en el cuerpo,
que inunda memoria y sentidos,
que escuece caminos, que duele.
Que es un enjambre de peces lejanos,
que es parte del aire y la piel y los ojos.
La lengua espera su acero,
el oído pena por ella, muere apartado
de esa voz lejana y dulce,
en tuétano metida.
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