domingo, 14 de julio de 2019

IVÁN OÑATE





Estación Cochabamba



Era la tarde de un día
hecho para siempre. Yo venía del Sur
sin resignarme todavía y
con un número en la mano
buscaba una puerta
o una tumba, yo no sé.

Pero di con plazas, con calles
que no conducían a ninguna parte,
Con muros negros como los abismos que salían a detenerme o
a empujarme
hasta dar con los andenes de una estación
de fierros detenidos y tristes.

Y allí
con el papel en la mano
como una llave o un cirio inútil
fue que los vi, a los tres,
Al viejo al hombre y a la niña
o tal vez me equivoco
A la vieja
al hombre y al niño
o tal vez

A los tres viejos o a los tres niños
pero ella era hermosa y el hombre era fuerte
y el viejo pensativo y venían
sucios
agotados
moribundos pero con furia, como si una tormenta
de rayos y polvo
los hubiera humillado en su miseria, o fueran
los ángeles sobrantes
de una caída brutal sobre su propia tierra.

Y pasaron
sin siquiera verme,
pasaron simplemente,

Y yo dejé caer esa llave
que no sonó
porque no hay sonido
cuando algo cae al abismo.


De: “El Ángel Ajeno”




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