Éxodo antes del alba
Padre,
no llores cuando me veas partir
que
el andar será
ligero como el pedaleo en el descenso.
Siempre
he partido con la sensación
de
la tierra mojada tras la tormenta.
Mira
nuevamente el azul oscuro de los tordos
en
el poste de luz cuando amanezca.
Nada
sucede sin que pueda soportarse
aunque
todos sabemos que pudo haber sido mejor.
Mientras
los árboles se agitan con benevolencia
el
viejo perro gira antes de echarse en el zaguán.
Acaricia
el pelaje blanquecino que pronto
dejará de estar hecho a su medida.
Qué confundidos estábamos de repente,
todas
las cartas que perdimos de una a otra mudanza
y
los atajos que debimos aprender para llegar a casa.
No
podríamos pedir más de lo que tuvimos
cestos
de peras, miel y leche sobre el mantel,
el
agujero en el centro de una piedra,
la
gota que acaricia, la gota hiere decías.
No
importa la calle, ni la situación,
la infancia se alejará
antes
que sea tarde como es habitual.
Una
extraña calma me invade
no
se acerca a la alegría
sino
más bien a la contemplación.
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