A un extremo de un jardín
Esas retamas
que otrora se llamaban
hiniestas
vibran un poco
empujadas por el viento
son muchas
los campos se plagan de amarillo
se perfuman
se desvanecen
ésta es su fuerza
sus flechas
reticuladas
llevan a un rincón
que está en otra parte
de olvido
llevan a mis propias manos
tocándolas
en mi propia
tierra.
De: “Las cartas que no se
mandan”
No hay comentarios:
Publicar un comentario