Angustia
Hoy
no vengo a vencer tu cuerpo, oh bestia llena
de
todos los pecados de un pueblo que te ama,
ni
a alzar tormentas tristes en tu impura melena
bajo
el tedio incurable que mi labio derrama.
Pido
a tu lecho el sueño sin sueños ni tormentos
con
que duermes después de tu engaño, extenuada,
tras
el telón ignoto de los remordimientos,
tú
que, más que los muertos, sabes lo que es la nada.
Porque
el Vicio, royendo mi majestad innata,
con
su esterilidad como a ti me ha marcado;
pero
mientras tu seno sin compasión recata
un
corazón que nada turba, yo huyo, deshecho,
pálido,
por el lúgubre sudario obsesionado,
¡con
terror de morir cuando voy solo al lecho!
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