martes, 14 de julio de 2020

THOMAS BERNHARD






Mañana de invierno



No es que sea incapaz
de pronunciar tu nombre…

y aunque me lincharan en la plaza del pueblo,
me arrojaran a una fosa oscura
y escupieran en mi calavera
disputándose luego mi cola,

venerable padre,
acepta mis balbuceos,
di una palabra por mí,

pues ninguno de mis taberneros paternales
me regala un tonel,
ningún cerdo sus gruñidos…

Leyendas, invierno, superpoblaciones…
en el sueño las hojas salvajes de un lluvioso
otoño,
el temprano embrutecimiento de noches apuradas,
relación de la nieve negra
con los jóvenes esposos…
Viento, aventar y verdad…
sobre la sombra del mundo.
la cama sin hacer,
los gritos de pájaros oscuros…

En el trigal:

Acaso no he pagado el precio de mi vida
antes de distinguir las tinieblas de las
tinieblas…
acaso no he evitado elogiar demasiado pronto la gloria
sombría de la noche…

Barcos, mis hermanos del horizonte,
habladme de mi madre…
…donde mi hermano estaba en la orilla,
donde mi hermana durmió a gusto
su engaño,

yo hablaba de verde manzana y de salvado de invierno,
rebuscaba en los bolsillos de mi abrigo…
Difundía desde el púlpito salmos
absurdos,
sofocaba gritos de pájaros en el
sinsentrigo…

Dos mil años después de ti
descubrí yo las ciudades,
morí yo en la colina,
yo, cráneo calcinado del norte…

Recuerdo el relampaguear de todas las estrellas
que me dio el lenguaje de pueblos extraños,
las letras de Virgilio, el hablar de mis
campesinos…

Dos mil años después de ti
estoy yo en el país, enfermizo,
ando en mis camas de diciembre…

Hostal Freumbichler

y luego:

¿Qué te pertenece a ti de ese perder la vida
y cuál es en ese perder la vida mi parte?
No te soportaría sin saber,
tú o yo
o algún durmiente de mi nombre,
tú que me confundiste con otro,
que me despertaste en lugar de a otro,
tú que me excluiste de su vanidad,
tú que me inventaste, tú mi única
poesía…

Cuatro veces, cinco, cada vez con más insistencia:

En esas casas bebí
mi cerveza…
en las conversaciones del aire,
en la frialdad de los pensamientos…

Ni uno solo de mis enterradores
me desenterró
mis tempranas desesperaciones…

Con el olor a quesería, el
sonido de los zuecos
soy, sin motivo,
el polvo de los huesos de mis
endeudados vecinos…

Sigue, sigue en silencio,
apártate de sus
entierros…
los cansancios sin sentido,

las largas noches en el
molino de las recriminaciones…
sigue, sigue,
no necesitas ningún juez…
sigue…


Versión de Gabriel Ferrater



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